Venerable padre Fernando de Contreras, una vida ejemplar que no puede caer en el olvido

Venerable padre Fernando de Contreras, una vida ejemplar que no puede caer en el olvido

“Un sacerdote secular de suma perfección, un hombre tan puro, como su fuera un ángel; tan pobre, como su para él no se hubieran creado los bienes del mundo; tan caritativo con los prójimos, como si todas las necesidades ajenas corriesen por su cuenta; tan celoso de la honra de Dios, como si toda ella únicamente estuviese a su cargo; tan solícito de la salvación de todos, como si fuera suya el alma de cada uno”. De esta manera condensaba el padre Gabriel de Aranda el perfil humano y espiritual de uno de los hijos más insignes de la Iglesia en Sevilla: el venerable Fernando de Contreras, que es, además, uno de los personajes claves para entender la trayectoria en Andalucía de San Juan de Ávila.

En el marco de la celebración del año jubilar del Maestro Ávila, la Archidiócesis de Sevilla ha querido unir a la memoria del patrono de Andalucía la del venerable Contreras, sacerdote diocesano del siglo XVI, sin cuya intervención cuesta trabajo imaginar cuál habría sido la deriva espiritual del santo cuyos restos descansan en la localidad cordobesa de Montilla. En este contexto se enmarcó la ponencia que dictó el vicario general, Teodoro León, a los sacerdotes con motivo de la festividad del patrono del clero secular, una conferencia en la que se desgranaron los hitos más relevantes de una vida ejemplar.

Fernando de Contreras nació en Sevilla (año 1470 o 1472) y fue bautizado en la Parroquia de San Gil. Ordenado sacerdote a los veinticuatro años, celebró su primera misa en la Capilla de la Virgen de la Antigua. Su fama de hombre caritativo y piadoso se extendió rápidamente por una ciudad que comenzaría a vivir las consecuencias de la epopeya americana y en la que la pobreza más extrema condicionaba la vida de un sector importante de sus vecinos.

Encuentro con Juan de Ávila

El cardenal Cisneros, uno de los grandes referentes de la Iglesia y la sociedad de su época, le ofreció la posibilidad de estudiar en la Universidad de Alcalá de Henares, y sería allí donde conocería a dos personajes claves en su vida: doña Teresa Enríquez de Alvarado –‘la Loca del Sacramento’- y un jovencísimo Juan de Ávila.

Instalado en Torrijos, atendía a los pobres y enfermos con la ayuda económica de Enríquez de Alvarado, una mujer que confió en Contreras una de sus grandes preocupaciones, la redención de los cautivos en las cárceles del norte de África, principalmente los niños y niñas, más expuestos que los adultos a múltiples vejaciones. Con esta cobertura logística, el padre Contreras realizaría hasta ocho viajes a territorios berberiscos de los que regresaría con muchos rescatados. Pero su atención a la infancia sufriente no se limitaría a estos trayectos a través del Estrecho. Consiguió del Arzobispo Alonso Manrique de Lara la creación del Colegio de San Isidoro, en la que se acogería a niños huérfanos, y compuso un catecismo sobre la doctrina cristiana orientada a estas edades.

“¡Sevilla será tus Indias!”

1527 es un año crucial en la vida de Juan de Ávila. Llega a Sevilla para partir desde aquí a las Indias, pero se reencuentra con su amigo Contreras, que pide al Arzobispo que no permita la marcha del sacerdote nacido en Almodóvar del Campo. De ahí la famosa frase con la que monseñor Manrique de Lara convence a Ávila para que cambie el Nuevo Mundo por los pueblos y ciudades de Andalucía: “¡Sevilla será tus Indias!”. En adelante, ambos cultivarían una gran amistad, hasta el punto de que Contreras participaría del sufrimiento de su gran amigo cuando éste fue llevado ante el tribunal de la Inquisición por “predicaciones altamente sospechosas”. Finalmente, tras dos años de presidio, el maestro Ávila saldría indemne de una causa fundada en calumnias.

Sacerdote de una gran elocuencia, fue famosa su predicación ante el Arzobispo Manrique de Lara, en la que llegó al contraponer la figura virtuosa de San Alfonso con el comportamiento del prelado hispalense. Llegó a ser promovido para gobernar la diócesis de Guadix por parte del entonces príncipe Felipe (hijo del emperador Carlos V), propuesta que Fernando de Contreras despachó con no pocas penitencias y horas de oración.

La trayectoria del padre Contreras tocó a su fin el 17 de febrero de 1548, y sus restos descansan en una zona privilegiada de la Catedral, entre el Altar Mayor y el Coro, tras un funeral con la solemnidad acostumbrada por el Cabildo “como si fuera prebendado suyo”.

Falta un milagro

Contrariamente a lo que indica una vida verdaderamente ejemplar, Fernando de Contreras aún no es santo. Vázquez de Leca fue el iniciador de la causa de beatificación, y hubo que esperar a 1786 para que se firmara en Roma el decreto confirmando las virtudes heroicas del padre Fernando de Contreras, pasando a la denominación de venerable. ¿Qué hace falta para que se le declare santo? Probar su intercesión en un milagro.

Como subrayó Teodoro León al finalizar su ponencia, hay que intentar “que su recuerdo no se pierda y su figura sea ejemplo y modelo para todos los que se acerquen a su ejemplar vida virtuosa y profunda espiritualidad”.


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