Archidiócesis de Sevilla

Sanidad, enseñanza, pobreza extrema, emigrantes sin recursos, personas en riesgo de exclusión, acogida y rehabilitación de toxicómanos, atención a mujeres en dificultad… Resulta tan imposible como injusto ceñir los ámbitos de actuación de los religiosos y religiosas en la Archidiócesis de Sevilla a un sector determinado. Por el mismo motivo, no se circunscribe la acción social de las órdenes y congregaciones religiosas a un determinado ámbito territorial, más o menos cercano a cada comunidad. Son numerosos los centros dedicados a finalidades concretas, atendiendo a necesidades puntuales, que precisan un personal y medios adecuados. Centros que se sustentan por si solos o con la ayuda de Cáritas, parroquias, hermandades y otras instancias eclesiales. Pero la realidad social de la vida consagrada es más amplia, y nos revela experiencias de comunidades inmersas en el día a día de los ciudadanos. El fenómeno se resume en la leyenda ‘religiosas en barrios’.

Los vecinos del barrio de La Plata, en la Carretera de Su Eminencia, han sufrido –siguen sufriendo- duramente las consecuencias de la crisis. Las Hermanitas de la Asunción, congregación surgida en Francia en plena industrialización, cuentan con una presencia significativa en la zona. Cinco religiosas conforman “una comunidad normal, en un piso normal, con una relación de vecindad normal y las consecuencias de vivir en un barrio con sus propias características”. La hermana Mercedes Martínez recuerda que al  llegar a un sitio nuevo nadie sabe que son religiosas. Ellas se identifican y crean lazos de amistad, y es entonces cuando empiezan a “trabajar por objetivos humanos”.

 Trabajo en barriadas necesitadas de atención preferente

En su apertura a la vida religiosa siempre tuvo la premisa de dedicarse a los más empobrecidos: “quería un sitio cercano y eso lo encontré en las Hermanitas de la Asunción. Me entusiasmó la misión cerca de las familias obreras, de gente en situaciones muy precarias”, añade. El aterrizaje no resultó complicado, ya que se encontró con una congregación “que siempre ha trabajado en los barrios marginales de las ciudades y deseaba  volver otra vez al barrio, a lo que era mi vocación primigenia”. Esta comunidad intenta acompañar a las familias en sus problemáticas, y no esconde las dificultades de anunciar a Jesucristo en este contexto. Con eso cuentan, y siempre echan mano del consejo de su fundador: “si no lo pueden anunciar con las palabras háganlo con los actos”.

Las Hermanitas de la Asunción han creado dos asociaciones en colaboración con otras instituciones. La Casa de Todos cuenta con el respaldo de los Maristas, Verbo Divino y la parroquia, y se dedica a la acogida de familias, apoyo a niños y mujeres, sobre todo orientado a la formación humana y profesional. La inserción en el mundo laboral es el objetivo primordial para salir de la marginación y en ello se centran los esfuerzos de cuantos forman parte de esta iniciativa. La Casa de Todos cuenta también con una cocina solidaria desde la que se atiende a 180 familias.

La Asociación Carmen Vendrell es otra obra en la que están implicadas estas ‘religiosas en barrios’. Dirigida a atender a mujeres en sus problemáticas, organizan talleres de cultura, salud, ayuda psicológica, teatro, creatividad, pintura… “Las mujeres llegan bastantes deshechas, con situaciones muy duras y en Carmen Vendrell encuentran un lugar donde crecer y relacionarse”, señala.

Pero la actividad de estas religiosas no conoce límites. También forman parte junto con una veintena de colectivos de la plataforma Somos Migrantes, donde se trabaja contra la violencia hacia los inmigrantes, su reconocimiento como personas en su dignidad y sus derechos.

 La llamada personal de Dios

La hermana Mercedes reconoce que, al vivir sumergidas en esa realidad de la calle, empatizan con más facilidad con ese sector del barrio más necesitado. La dejadez del entorno les quita el sueño, y les duele que la administración no responda como ellas esperan y que la sociedad pase de largo, “como anestesiada”, ante estas problemáticas. Ellas llevan cada caso a la oración de la mañana, en una experiencia que llaman “contemplación apostólica”. “Llegas a Dios a través de los demás. Es algo que vivimos y que no nos viene de fuera: si el barrio está sucio vivimos en medio de la suciedad y si hay trapicheo de drogas, lo vemos. Todo esto nos llega desde la humanidad y desde la fe en Jesús que se acercaba a los pobres y asumió su realidad”, añade.

Estar en el barrio, formar parte del mismo, sentir y padecer como un vecino más, les ha convertido en una referencia cercana, accesible, en una extensión de la Iglesia en medio del mundo. No están solas y lo saben. Y no se cansan de agradecer el apoyo y la compañía que tienen de tantos voluntarios y personas sensibles a los problemas del entorno social que les ha tocado vivir… “¡Hay tanta gente solidaria!”.