Archidiócesis de Sevilla

Con gran emoción me han avisado mis queridas Mercedarias de la Caridad en plena celebración de la misa diaria de comunidad (y la Misa pro eligendo pontifice, como determinó el Vicario General para los días del cónclave). Justo antes de empezar la oración de los fieles, alguien ha entrado para decírnoslo: ¡fumata blanca! Desde entonces, nos hemos sentido en plena comunión  con quien el Espíritu Santo ha designado para presidirnos en la caridad desde la sede de Pedro. Pero, ¿quién es? Hemos esperado pacientemente, como toda la cristiandad, a escuchar su nombre: Jorge Mario, Cardenal Bergoglio, Francisco I.

Y al asomarse al balcón, Francisco I nos ha hablado de caridad, de fraternidad, de hermandad. Pero, sobre todo, nos ha puesto a todos a rezar, primero por el Papa Emérito Benedicto XVI. Y después, con un desbordante testimonio de humildad  ha pedido la oración de todo el pueblo de Dios por él mismo, para que el Señor le ayude en esta descomunal tarea. Más importante que las palabras del discurso, el Papa ha hecho todo un gesto programático: no me miréis a mi, miradle primero a Él, a Cristo, al que es el Camino, la Verdad y la Vida. Todo se ha hecho por unos instantes silencio y oración. Toda la Iglesia, a petición del Romano Pontífice, ha elevado una plegaria al Señor. ¡Hermoso y significativo gesto antes de la bendición!

El nombre elegido por el Papa, Francisco, nos remite a la pureza del Evangelio que San Francisco de Asís buscó y encontró, y legó a todos los cristianos. También nos recuerda el ardor evangelizador de otro San Francisco, que nació en Javier. Así pues, creo que el nuevo Papa, en continuidad con su antecesor Benedicto XVI, nos va a seguir ayudando a tener firmes y claros los fundamentos de la fe, en medio de los vaivenes de un mundo demasiado acelerado e indiferente a Dios. Y nos va a exhortar a ser misioneros en todo momento y lugar, pues el mundo necesita a Cristo.

Es agradable tener un Romano Pontífice que habla español como lengua materna. Un Papa nacido en la querida tierra americana, allá donde fueron nuestros misioneros a sembrar la semilla del Evangelio… y qué bien ha germinado. Pero a partir de ahora, su ministerio es universal y debemos colaborar todos, ayudar al Papa. Primero, como nos ha  pedido, con la oración. Y despues, con nuestra fidelidad a Cristo y a la Iglesia.

Ojalá un día pudiera venir Francisco a ese otro balcón, el que se asoma a nuestro Palacio Arzobispal , o al que se abre desde las primeras rampas de la Giralda. En ambos estuvo Juan Pablo II. Sevilla le recibiría, como siempre, con los brazos abiertos. Pero al menos esta Archidiócesis, la sede de San Isidoro y San Leandro, ya reza por el Santo Padre y le manifiesta su devoción y comunión. Y pone su oración en las manos intercesoras, tiernas y misericordiosas, de la Madre de Dios, Nuestra Señora de los Reyes.

Marcelino Manzano.

(Twitter: @Marce_Manzano)