Seminaristas en misión: el servicio a los demás y el amor a la Iglesia Universal

Seminaristas en misión: el servicio a los demás y el amor a la Iglesia Universal

Cuatro han sido los seminaristas sevillanos que han vivido este verano una experiencia misionera ad gentes en Iberoamérica. Salvador Diánez -quinto curso- y José Antonio de la Maza–cuarto curso- han ido con el sacerdote Pablo Guija, párroco de Los Corrales, a Santo Domingo, en República Dominicana; mientras que Antonio Salvago –quinto curso- y Francisco José López –cuarto curso- han marchado con el párroco de San Joaquín (Sevilla), Juan Luis García, a Ecuador.

Hablamos con Jose Antonio (Toni) y Antonio:

Antes que nada, una valoración general, ¿qué tal la experiencia?

Toni (T): En Santo Domingo hemos vivido una experiencia muy enriquecedora porque es salir de tu comodidad, de tu hogar, de tus costumbres y tu cultura e irte a una tierra diferente. Esta experiencia nos ha aportado mucho y nos ayudado a crecer como seminaristas y en nuestra vocación al sacerdocio.

Antonio (A): Es una experiencia única de las que marcan y cambian la vida de una persona. Mi viaje a Ecuador lo enfocaba como una experiencia vocacional y de Iglesia abierta, y ha sido muy enriquecedor porque allí todo es diferente, la concepción de la religiosidad y de la fe es distinta y uno crece con estas experiencias.

Ha sido poco más de un mes lo que habéis vivido en zonas muy empobrecidas, tanto de Ecuador como de República Dominicana. ¿Cómo es la vida en estos lugares?

T: República Dominicana nada tiene que ver con lo que se vende en las agencias de viajes o en la televisión. Pensábamos que nos íbamos a encontrar una realidad empobrecida pero no tan dura: no hay agua potable, todo IMG_5944tiene que ser a base de agua embotella; te sorprende también que cortan la luz todos los días y las personas tiene que adaptarse a estos cortes; enfermedades; gente muy pobre viviendo en casas que no tienen ni cédulas de habitabilidad; etc. Eso fue un choque cultural fuerte porque se veía que era la tónica general del país. Como contrapunto positivo, tenemos que destacar la hospitalidad dominicana, su cariño y sus ganas de hablar de Dios.

A: Nosotros hemos ido al pueblo de Quinindé, en la provincia de Esmeraldas, en Ecuador. Allí nos sorprendía la precariedad en la que vivía la gente, con una economía de subsistencia. Pese a ello, te daban todo lo que tenía. Siempre era una acogida a la que no estamos acostumbrados en Europa.

Una de vuestras labores principales era formar catequistas y agentes de pastoral en las tierras de misión. ¿De qué manera os habéis formado durante el curso para ello?

A: Hemos realizado sobre todo una labor pastoral catequética y misionera. Hemos preparado un curso de Teen Star, de educación afectivo-sexual para adolescentes, porque allí existe un grave problema de cómo se entiende la sexualidad y las relaciones. También hemos llevado a cabo dos misiones en las que hemos dado catequesis centradas en la figura de Jesús de Nazaret, la relación con Dios y la Iglesia. Por último, tuvimos una semana de la familia en la que hemos trabajado la Amoris Laetitia y viendo qué entienden allí por matrimonio, qué pueden hacer en su vida en pareja y cómo vivir el amor desde una perspectiva cristiana, así como de qué manera educar a los hijos en la fe, como Iglesia doméstica.

T: En República Dominica nos dividimos por semanas para trabajar en diversas parroquias. La primera realizamos una misión popular que nos sirvió de toma de contacto y ofrecimos catequesis sobre distintos aspectos de la fe; la segunda semana desarrollamos el curso de Teen Star; Posteriormente, tuvimos una semana dedicada a los niños y al conocimiento de los sacramentos, principalmente al matrimonio que allí está especialmente infravalorado; por último, también celebramos una semana de la familia, porque allí sí tiene mucho sentido social y cultural pero no cristiano, y queríamos destacar este aspecto.

¿Cuál era su acogida ante todas estas convocatorias?

A: A mí me sorprendía la capacidad de la gente de acudir a todas las invitaciones que hacíamos. En España es difícil convocar a la gente y que ésta responda. Allí, en cambio, a todo al que invitábamos por la mañana, venía por la tarde y todos los días conseguíamos llenar la iglesia.

T: El pueblo dominicano por su parte es muy receptivo a la hora de acudir y participar en todo lo que se organiza. Y además van con ganas, no es un “quedar bien” delante de los sacerdotes nativos, sino que tenían ganas de conocer y hablar de Dios. Igualmente, pese a que muchas personas pertenecían a sectas o a otros movimientos cristianos, siempre nos han recibido con los brazos abiertos, han sido muy generosos y acogedores.

El rector del Seminario Metropolitano de Sevilla, Antero Pascual, ha asegurado que esta actividad formativa es imprescindible para ustedes, los seminaristas, ya que “los futuros sacerdotes deben tener contacto con la realidad misionera puesto que ellos mismos serán misioneros y anunciadores del Evangelio algún día”. ¿Qué opináis? ¿Por qué es importante este tipo de experiencias en la formación de un seminarista?

A: Es importante porque, aunque el día de mañana no nos vayamos de misión a otro país, sí vamos a ser agentes de evangelización allí donde estemos. Por otro lado, esta experiencia nos enseña a vivir en la Iglesia Universal, es decir, tenemos que estar preparados para servir allí donde la Iglesia nos requiera. Tiene que ser una experiencia formativa obligatoria para todos los seminaristas.

T: No podemos quedarnos encerrados en nuestra realidad diocesana. Este tipo de experiencias nos abre la mente ante otras formas de celebrar la fe, de vivir el Evangelio, etc. El seminarista, por tanto, toma conciencia de que pertenece a una Iglesia que es mucho más amplia de lo que tenemos ante nosotros, una realidad que nos supera y que nos enriquece como personas, dándonos aquello que el día de mañana tendremos que entregar al mundo.

Imagino que la figura y ejemplo de un sacerdote diocesano, en este caso de Pablo Guija y de Juan Luis García, también ha ayudado en esta formación:

A: Efectivamente, me ha sorprendido especialmente la flexibilidad y la capacidad de adaptarse de Juan Luis. Y también la disponibilidad, las 24 horas al día para todas aquellas personas que quisieran hablar con él; siempre tenía un momento, una buena palabra, pero no ha tenido un momento de descanso.

T: Yo le agradezco mucho su testimonio a Pablo Guija. Ha sido en estos días un modelo sacerdotal a seguir. Era el primero que se levantaba y el último que se acostaba. Y el tiempo que teníamos de descanso personal él no paraba: daba Misa, confesaba, direcciones espirituales a quien lo requería. Eso me ha enseñado que el sacerdote no se ordena para estar en sí mismo o en su comodidad, sino que se entrega hasta el máximo. Pero no le ha pesado entregarse, pese a que ha sido su mes de vacaciones y no ha descansado nada.

Sin duda una experiencia necesaria y enriquecedora que seguro sirve de ejemplo para otros jóvenes, porque con estos testimonios queda claro que se pueden vivir unas vacaciones diferentes, al servicio de los demás.

 

 


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