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Sagrada Familia 2018

Jesús es encontrado por sus padres sentado en medio de los maestros

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.  Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.  Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.  Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.  Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.  Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».  Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».  Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón.  Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

 Lucas 2, 41‑52

Comentario bíblico de Miguel Ángel Garzón

Eclo 3,3-7.14-17; Sal 126,1-5; Col 3,12-21; Lc 2,41-52

Las lecturas iluminan la vida de la familia. El Eclesiástico proclama el alto valor del cuarto mandamiento: el que honra a sus padres (incluso en la debilidad física y mental) atrae sobre sí la bendición, la vida eterna y el perdón de sus pecados. Pablo ofrece a los Colosenses un grandioso florilegio de virtudes cristianas, focalizadas en torno al amor entrañable y la fe. Sólido cimiento sobre el que construir una familia.

El evangelio presenta un relato familiar de la infancia de Jesús, que muestra la obediencia a su familia y a Dios. Como familia religiosa, María y José suben a Jerusalén con Jesús (ya con doce años, edad en la que un varón pasa a ser responsable ante la Ley), para celebrar la fiesta de la liberación, la Pascua. En el regreso, Jesús se queda allí, sin que sus padres lo adviertan. Después de tres días de búsqueda lo encuentran en el templo, sentado “en medio” de los maestros de la Ley. La escenificación y la sabiduría de sus sorprendentes respuestas revelan su identidad: Él es el nuevo templo donde reside la plenitud de la Ley, y el centro de la Historia de la Salvación. Y es el Hijo de Dios obediente a su voluntad (“¿No sabíais que debo estar en la casa/asuntos de mi Padre?”).

Si la incomprensión de José y María nos adentra en el misterio de Jesucristo, la actitud de María señala el modo de afrontarlo: “conservar las cosas en el corazón”. Jesús vuelve con ellos a Nazaret, creciendo bajo su tutela en estatura, sabiduría y gracia. Llegará el momento de subir a celebrar su Pascua definitiva, liberándonos de la esclavitud del pecado y de la muerte, y otro tercer día revelará la plena identidad de la que nos hace partícipes: la vida resucitada del templo de su cuerpo, siendo Hijo junto al Padre.

Para orar con la Palabra

  1. A la luz del pasaje del Eclesiástico, ¿cómo es la relación con tus padres?
  2. Repasa las características del cristiano que enumera san Pablo. ¿Te ves reflejado en ellas? ¿Cuál debería potenciarse en ti y en tu familia?
  3. ¿Está Jesús en el centro de tu vida? ¿Y de tu familia? ¿Sigues su camino de hijo obediente al Padre?

 

 

 


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