Archidiócesis de Sevilla

La mejor manera de vivir este Adviento es poner nuestros ojos en María. Como Ella, también nosotros estamos llamados a decir sí a Dios en la tarea de transformar nuestro mundo. En el momento de la Anunciación, la Virgen nos enseña a responder al Señor con prontitud y alegría, y a ser servidores de los hermanos.

La Capilla de la Encarnación de la Catedral es una de las cuatro capillas que se encuentran en los costados del coro, concretamente la situada en la nave de la Epístola junto a la que cobija a la Inmaculada conocida popularmente como la Cieguecita. Estas dos capillas fueron trazadas por Juan Gil de Hontañón entre 1515 y 1518.

En 1637 el patrono de la capilla, el caballero veinticuatro Juan Serón, concierta la ejecución del retablo con Martín Moreno, quien a partir de 1655 realizaría igualmente el de la Concepción Grande en la Capilla de San Pablo de la misma Catedral, como señala la historiadora tristemente desaparecida Lina Malo en un interesante artículo.

El retablo de la Capilla de la Encarnación está presidido por la escena de la Anunciación del Señor (Lc 1, 26-38), obra del escultor Francisco de Ocampo, quien se inspira para su composición en el grabado de Cornelis Cort sobre la Anunciación con los profetas obra del pintor Federico Zuccaro, pintura mencionada como modelo a la hora de componer esta escena evangélica por Francisco de Pacheco, que había trabajado con Ocampo en algunas obras, en su libro Arte de la Pintura.

Aparece la Virgen arrodillada ante un atril que sostiene un libro, alusivo a las profecías del Antiguo Testamento sobre la venida del Mesías. Por la postura de sus manos, la izquierda acercándosela al pecho, mientras que la derecha la aleja en actitud de sorpresa, María aparece entre la conturbatio (Ella se turbó grandemente ante estas palabras) y la cogitatio (y se preguntaba qué saludo era aquel).

María viste túnica roja y manto azul recogido en su brazo diestro, cubriendo su cabeza con un velo blanco y en Ella se destaca su mirada llena de unción y recogimiento. A su izquierda se sitúa el ángel Gabriel arrodillado sobre una nube con cabezas de angelitos, vistiendo un hermoso ropaje en tonos verdes, quien con su mano derecha en alto muestra su dedo índice apuntando al cielo, en el gesto de la ad locutio, que indica que está hablando, mientras que en la izquierda llevaba una azucena, hoy perdida. Destaca en esta imagen el estofado de las alas, obra, como la del resto del conjunto, de Baltasar Quintero. Sobre el arcángel aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, del cual salen unos rayos pintados que se dirigen hacia la Virgen y que al disponerse en diagonal dotan de movimiento al conjunto, el cual se completa con una cortina sobre la Madre de Dios.

Antonio R. Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural