Archidiócesis de Sevilla

En medio de esta prodigiosa semana, Semana Santa de Sevilla, donde nuestras cofradías realizan al Señor la ofrenda de su penitencia y su arte (y aunque la lluvia impida salir a la calle, porque los pasos se seguirán montando y exornando igual convirtiéndose en sublimes altares para Cristo y la Stma. Virgen), en nuestra Catedral tiene lugar uno de los acontecimientos más importantes del año litúrgico. Pasa un poco desapercibido para el pueblo en general, ya que siendo un día laborable, aquellos que dispongan de tiempo libre quizás prefieran visitar los templos de las cofradías que salen ese día o desplazarse al Cerro para ver la primera. Pero es una cita fundamental para los más de trescientos sacerdotes que nos reunimos en la mañana del Martes Santo para la celebración de la Misa Crismal.

En la Misa Crismal el Arzobispo bendice el aceite de oliva que se convertirá en sacramento de vida, cauce del Espíritu, para los feligreses de Sevilla por manos de sus sacerdotes: óleo para los enfermos en la Unción, óleo para los catecúmenos que van a recibir el bautismo y crisma para consagrar las almas de los que se confirman y las manos de nuestros nuevos sacerdotes. En todas las parroquias de Sevilla usaremos esos óleos y ese crisma procedente de las mismas ánforas, como signo de comunión visible.

Y los sacerdotes de Sevilla, los nuevos y los veteranos, los jóvenes y los que ya llevan la carga de la experiencia, todos unidos a nuestro Arzobispo, hoy en la Misa Crismal hemos renovado las promesas de nuestro sacerdocio. A una sola voz, porque aunque las sensibilidades sean distintas y los talentos variados, tenemos un solo corazón: el de Cristo Sacerdote.

Ya que la Archidiócesis me permite este espacio para la expresión, que hoy este Espejo de Sevilla sea un grito de alabanza a Jesucristo por el don del sacerdocio, por el que ha elegido a hombres de este pueblo, imperfectos pero fieles a su llamada, para administrar la gracia a sus hermanos. Hoy, Martes Santo, antes de la Misa Crismal, hemos confesado nuestras culpas y hemos recibido la misericordia de Dios para también nosotros ser misericordiosos con los caídos. Pero, sobre todo, hoy hemos dicho de nuevo “Sí” al Señor.

Seguro que tú, que lees esto, tienes que dar gracias a Dios por algún sacerdote que se cruzó en tu vida y te llevó a Jesucristo. Reza por nosotros, para que seamos fieles a este ministerio encomendado, a esta inmensa gracia recibida.

Yo, por mi parte, en este Martes Santo, en esta Misa Crismal, pido por los sacerdotes difuntos de nuestro Archidiócesis Hispalense, especialmente por los que nos dejaron la huella de su fe y el ejemplo de su santidad a lo largo de su milenaria historia. Por todo lo que les debemos, por todo lo que nos dieron.

Tu es sacerdos in aeternum..

Marcelino Manzano.

(Twitter: @Marce_Manzano)