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Lecturas del Tiempo de Navidad (ciclo B)

25 de diciembre: Natividad del Señor
Primera Lectura: Isaías 52, 7-10

Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios

Salmo responsorial: Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R/.: 3cd)

R/.   Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

Segunda Lectura: Hebreos 1, 1-6

Dios nos ha hablado por el Hijo

Evangelio: Jn 1, 1-5. 9-14 (forma breve)

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

27 de diciembre: Sagrada Familia: Jesús, María y José
Primera Lectura: Génesis 15, 1-6; 21,1-3

Uno salido de tus entrañas será tu heredero

Salmo responsorial: Sal 104, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 (R/.: 7a. 8a)

R/: El Señor es nuestro Dios, se acuerda de su alianza eternamente

Segunda Lectura: Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19

La fe de Abraham, de Sara y de Isaac

Evangelio: Lucas 1, 1-5. 9-14

Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

1 de enero: Santa María Madre de Dios
Primera Lectura: Números 6. 22-27

Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré

Salmo responsorial: Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8 (R/.: 2a)

R/: Que Dios tenga piedad y nos bendiga

Segunda Lectura: Gálatas 4, 4-7

Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer

Evangelio: Lucas 2, 16-21

Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

3 de enero: II Domingo de Adviento
Primera lectura: Eclesiástico 24, 1-2. 8-12

La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido

Salmo responsorial Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20

R/: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Segunda lectura Efesios 1, 3-6. 15-18

Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos

Evangelio: Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

6 de enero: Epifanía del Señor
Primera lectura: Isaías 60, 1-6

La Gloria del Señor amanece sobre ti

Salmo responsorial Sal 71, 1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R/.: cf. 11)

R/: Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Segunda lectura Efesios 3, 2-3a. 5-6

Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa

Evangelio: Mateo 2, 1-12

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

Comentario bíblico de las lecturas de Navidad, por Álvaro Pereira

San Gregorio Magno solía recomendar en la lectura de la Escritura: «Oímos el hecho, indagamos el misterio». Del mismo modo, en estos preciosos días de Navidad, el lector creyente es invitado a pasar de la alegría sencilla al conmemorar el hecho del nacimiento de niño Jesús, a la contemplación creyente del misterio de la encarnación del Hijo de Dios. A tal fin, en estos días la liturgia de la Palabra va ofreciendo las perspectivas singulares de cada evangelista que ilustran diversos matices del insondable misterio de la salvación.

Por un lado, Mateo, cuyo relato se lee el día de la Epifanía, incide en que el nacimiento de Jesús, el auténtico rey de los judíos a diferencia del impío Herodes, lleva a cumplimiento las Escrituras: nace en Belén, como profetizó Miqueas (Miq 5); su nacimiento es anunciado por una estrella (Núm 24,17), y ante él llegan los gentiles trayendo regalos (Is 60; Sal 72). Dios siempre cumple sus promesas, aunque sorprenda el modo en que las lleva acabo.

Por otro lado, Lucas, cuyo evangelio es leído en la Nochebuena, en el domingo de la Sagrada Familia y en la solemnidad de la Madre de Dios, enmarca el nacimiento de Jesús en la historia general del Imperio. De este modo, él denunciaba sutilmente las estructuras romanas de dominación y proponía, por el contrario, el evangelio de la paz del rey mesías, acogido especialmente por los pobres y los humildes: María y José, los pastores, los ancianos Simeón y Ana, etc. Las lecturas de Lucas rezuman alegría, ternura y espíritu de alabanza.
En tercer lugar, el prólogo del Evangelio de Juan, que se lee tanto el día de Navidad como el segundo domingo, eleva la mirada del lector y ofrece una contemplación global del misterio: el niño nacido en carne es también el Verbo que existía junto a Dios antes de los siglos, la luz verdadera que alumbra a todo hombre, y el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Sin embargo, las andanzas del Verbo en el mundo no han sido una historia de éxito, sino de rechazo y entrega: «vino a su casa, y los suyos no lo recibieron». Por eso, los fieles son exhortados a acogerlo y creer en él de manera que reciban el «poder de ser hijos de Dios».

A estos relatos evangélicos acompañan, en la liturgia navideña, otras lecturas selectas: venturosas profecías de Isaías, acertadas exhortaciones de Pablo, himnos de alabanza de los Salmos y recomendaciones familiares del Eclesiástico, entre otros textos bíblicos. Así pues, el lector creyente debería acercarse a estos pasajes con la actitud citada de san Gregorio Magno: oigamos el hecho y profundicemos en su misterio.

Orientaciones para meditar con cada texto bíblico:

  • Haz una lectura pausada y repetida. Detente en la escena, identifica los personajes y pregúntate por sus palabras y actitudes. Dale tiempo al texto hasta que las palabras calen en tu corazón.
  • ¿Qué te dice el texto? Lleva su mensaje a tu vida. La Escritura te ayuda a captar el proyecto de Dios para ella. ¿Hacia dónde te orienta?
  • Ora a Dios con el texto. ¿Qué te hace decirle a Dios? Al final, deja de preguntarte y gózate en la presencia de Jesucristo, el Dios con nosotros.

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