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Lecturas del 24 al 26 de diciembre de 2021

Natividad del Señor- Misa de Medianoche

Primera lectura: Un hijo se nos ha dado (Isaías 9, 1-6)

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.  Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga,el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián. Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serán combustible, pasto del fuego.  Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz».  Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor del universo lo realizará.

 Salmo responsorial  95, 1-2ª.2b-3.11-12.13

 R./ Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;  cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena;  vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.  R.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R.

Segunda Lectura: Se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres. (Carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11‑14)

Querido hermano: se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres,  enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa,  aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo,  el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.

Evangelio: Hoy os ha nacido un Salvador (San Lucas  2, 1‑14)

NAVIDAD Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.  Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria.  Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.  También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta.  Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto  y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.  El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.  Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».  De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:  «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Natividad del Señor

Primera lectura 

Lectura del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

Salmo responsorial

Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6
R/.   Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios
  • Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/.
  • El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.
  • Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R/.
  • Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»?
Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

Evangelio

San Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Comentario bíblico de Pablo Díez

El autor de la carta a los Hebreos bosqueja los hitos de una cronología del diálogo de Dios con los hombres. Cuando conectamos este texto con el prólogo de San Juan, vemos que el hablar remite a la Palabra, aquella que entra en escena en el capítulo primero del Génesis, y a través de la cual Dios lo crea todo, tal como recalca el propio evangelista. Hablar por medio de los profetas constituye la etapa que media entre la creación por la Palabra y la encarnación de esta. El advenimiento del Verbo inaugura la etapa final de la historia pues, a través del Hijo, Dios nos lo comunica todo, en palabras de San Juan de la cruz. El Dios invisible es manifestado por el que estaba junto a él, y que también es Dios. Es revelado por quien comparte su gloria y sus atributos divinos (gracia y verdad). Es dado a conocer por quien tiene la mayor intimidad con él, tal como se expresa con la imagen “estar en el seno del Padre”. Es este el nivel de intimidad que muestra el discípulo amado en la última cena, y al que es invitado todo creyente para contemplar la gloria y la salvación de Dios, adquirir poder para ser hijo y convertirse en heraldo de la redención divina.

Orar con la Palabra

  1. Palabra creadora y redentora.
  2. Nos ha hablado en el Hijo.
  3. Empoderados para ser hijos de Dios.
Sagrada Familia: Jesús, María y José

Primera Lectura

Samuel queda cedido al Señor de por vida

Primer libro de Samuel 1, 20‑22. 24‑28

Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: «Se lo pedí al Señor».  El esposo Elcaná y toda su casa subieron a ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto.  Ana, en cambio, no subió, manifestando a su esposo: «Esperemos hasta que el niño sea destetado. Entonces lo llevaré, lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre».

Una vez destetado, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo.  Inmolaron el novillo y presentaron el niño a Elí.  Ella le dijo: «Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor.  Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida». Y se postraron allí ante el Señor.

Salmo responsorial 

Sal 83, 2-3. 5-6 9-10. R./ ¡Dichosos los que viven en tu casa, Señor!

  •  ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!  Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. R.
  •  Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre.  Dichoso el que encuentra en ti su fuerza y tiene tus caminos en su corazón. R.
  •  Señor del universo, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob.  Fíjate, oh Dios, escudo nuestro, mira el rostro de tu Ungido. R.

Segunda lectura

Somos llamado hijos de Dios, pues ¡lo somos!

Primera carta del apóstol san Juan 3, 1‑2. 21‑24

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.

 Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios.  Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.  Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.  Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

Evangelio

Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros

Evangelio según San Lucas 2, 41‑52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre  y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.  Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos;  al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.

Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.  Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.  Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».  Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».  Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón.  Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Comentario Bíblico

La familia tiene un valor central en literatura veterotestamentaria. Desde la pareja primordial en los relatos de la creación (Gn 1-2), el ligamen conyugal se presenta como la fuente de la vida, proclamando a Eva como la madre de todos los vivientes (Gn 3,20). El Decálogo incide en esto mismo cuando los hijos son exhortados por la ley de Dios a reconocer al padre y a la madre como el don por el que han recibido la vida (Dt 5,16). Por eso, Eclesiástico afirma que la mayor honorabilidad de los padres ante los hijos, y sus derechos sobre la prole son fruto de la voluntad divina (Eclo 3,2). San Pablo ofrece un catálogo de virtudes que armonizan la vida familiar, en cuya cúspide se sitúa el amor. Que él califica como: “ceñidor de la unidad consumada”.

La importancia de la familia en el plan divino no solo se pone de manifiesto en las metáforas esponsal y de filiación, usadas para expresar las relaciones Yahvé con su pueblo (Os 2,16-21). Sino que la propia encarnación acontece en el seno de una familia humana. Lucas se encarga de mostrar que, aunque Jesús ha de ocuparse de las cosas de su Padre (Lc 2,49), se atiene al respeto y a la sujeción debida a sus padres humanos (Lc 2,51) tal como lo prescribe el Decálogo. De este modo, la Nueva Alianza, se gesta en la Sagrada Familia, que es propuesta como ejemplo y modelo para las familias cristianas.

Orar con la Palabra

  1. La vida, don de Dios a través de los padres.
  2. El amor ceñidor de la unidad consumada.
  3. Ocuparse en familia de las cosas del Padre.

 


CARTA DOMINICAL

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