Las procesiones en la Iglesia expresan la dimensión peregrinante de la humanidad

Las procesiones en la Iglesia expresan la dimensión peregrinante de la humanidad

“La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que venga” refiere la Constitución Dogmática Lumen Gentium. Dentro de la liturgia, las procesiones se convierten en un movimiento expresivo y significativo. En palabras del delegado diocesano de Liturgia, Luis Rueda, “es un verdadero gesto o rito que han usado los hombres de todos los tiempos y de todas las religiones para solemnizar un movimiento con el que pretenden expresar la dimensión peregrinante de la humanidad”. Así, este tipo de rito humano fue acogido muy pronto en el culto cristiano.

El sentido litúrgico, incluso, pedagógico y pastoral de las procesiones dentro del culto cristiano son muchos y de diverso tipo. Una primera distinción, explica Rueda, podría hacerse atendiendo a la naturaleza de las mismas. “Muchas de ellas pertenecen propiamente a la celebración litúrgica y otras se hacen en el ámbito de la piedad popular”. También podrían clasificarse de ordinarias o extraordinarias según la acción.

Existen también las peregrinaciones, que, desde muy antiguo, “están emparentadas con las procesiones; por ejemplo, las peregrinaciones a Tierra Santa, a las tumbas de los apóstoles. “En España tenemos las peregrinaciones a Santiago de Compostela o las romerías a santuarios o a ermitas de imágenes de la Virgen o de los Santos”, manifiesta el delegado de Liturgia.

Por tanto, entre las procesiones que forman parte de la celebración ordinaria de la Eucaristía se encuentra la procesión de entrada, la procesión con el Evangeliario para la proclamación del Evangelio, la procesión de los dones y la procesión para comulgar.

“Simplificando mucho podemos decir que desde el punto de vista litúrgico las procesiones significan caminar juntos como pueblo de Dios y manifestación de creyentes. La mayoría de ellas son signo de nuestro peregrinar terreno hacia Jesucristo, a la casa de nuestro Padre, hacia la Jerusalén del cielo, como expresión de nuestro éxodo”, subraya.

Las procesiones se hacen también para portar algún objeto con honor y solemnidad que indica la entrada de alguien importante en medio del pueblo de Dios, por ejemplo, la procesión con el Evangeliario que representa la entrada de Cristo que va a anunciar el Evangelio.

En esta línea, las procesiones ordinarias son las que se hacen en fechas fijas del año: la procesión de las candelas del día de la Presentación del Señor, la procesión del Corpus, entre otras. “Las extraordinarias son aquellas que se celebran en algunas ocasiones por algún motivo especial, por ejemplo, las rogativas para pedir lluvia, o para conmemorar algún acontecimiento como el realizado el siete de diciembre pasado con la imagen de la Virgen de los Reyes por el aniversario de su patronazgo”.

Oficios litúrgicos de la Semana Santa

Las procesiones y los oficios litúrgicos de los días santos nacen en Tierra Santa donde los cristianos querían conmemorar los acontecimientos de la Salvación en los mismos lugares físicos donde tuvieron lugar, así lo testifica Egeria, una peregrina española del siglo IV en su Diario de viaje. Y, desde allí, se expandió por toda la cristiandad.

Concretamente, la procesión del Domingo de Ramos conmemora la Entrada del Señor Jesús en Jerusalén “para sufrir su Pasión por nosotros”. El Martes Santo, en la Misa Crismal, “llevaremos solemnemente en procesión los aceites que se consagrarán y bendecirán: el crisma que nos configura con Cristo en el Bautismo, la Confirmación y el Sacramento del Orden; el óleo de los catecúmenos que robustece a los que van a ser bautizados en su lucha contra el mal; y el óleo de los enfermos que fortalece y da consuelo a los que padecen la enfermedad y la debilidad”.

El Jueves Santo “hacemos un traslado solemne del Cuerpo de Cristo desde el altar al monumento para conmemorar la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio y para la comunión del día siguiente”.  El Viernes Santo “se hace una procesión de honor y mostración de la Santa Cruz como signo mayor del cristiano y luego todos vamos en procesión de fe, de veneración y adoración de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo”.

En la Vigilia Pascual “hacemos la procesión con el Cirio Pascual que representa a Cristo Resucitado que camina en medio de su Iglesia como luz que alumbra a todos, cuando hay bautismos también hacemos procesión al baptisterio para bendecir el agua y bautizar a los catecúmenos”. Por último, el Domingo de Resurrección en las Vísperas Bautismales también “vamos en procesión hasta la Pila Bautismal conmemorando que somos un pueblo que ha participado de la Muerte y Resurrección de Cristo por medio del Bautismo”.

En definitiva, durante la Semana Santa, “hay una acumulación de procesiones con diversos significados que subrayan la importancia de estos días principales en la celebración de nuestra fe”.

Estaciones de penitencia

Las procesiones penitenciales en Sevilla, son las “que coronan todas las penitencias que hemos hecho durante la Cuaresma para prepararnos a la celebración de la Pascua. Son signo del camino de conversión permanente que todo cristiano hace en el caminar-peregrinar de su vida hasta llegar a Cristo”, expresa Luis Rueda.

“Estas procesiones son expresiones muy populares de nuestra cultura cristiana. Son manifestaciones del modo como el pueblo andaluz, particularmente el sevillano, expresa su fe en Cristo y en la Salvación que Él nos obtuvo por su Pasión, Muerte y Resurrección y en el amor de la Santísima Virgen que compadecía con su Hijo. Son manifestaciones inculturadas de nuestra fe”, añade.


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