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La Virgen de la Blanca Paloma. Parroquia de la Blanca Paloma (Sevilla)

La venerada imagen de Ntro. Padre Jesús del Gran Poder ha visitado esta semana la Parroquia de la Blanca Paloma en el barrio sevillano de los Pajaritos, donde ha compartido el presbiterio con la sencilla y hermosa imagen de la titular del templo, una valiosa obra ejemplo de la innovación y libertad que la escultura religiosa adquirió en los años del Concilio Vaticano II.

Esta escultura de la Virgen con la advocación de la Blanca Paloma es la titular de la parroquia homónima que se encuentra en el barrio de los Pajaritos. Es obra del escultor Fray José María Aguilar Collados (1909-1992), que pertenecía a la Orden Jerónima y del cual ya nos ocupamos en esta sección en el número 141 de Iglesia en Sevilla, destacando su producción en nuestra Archidiócesis realizada a partir del año 1956 en que es nombrado prior del Monasterio de San Isidoro del Campo.

En el año 1962 realiza esta original y delicada imagen, de madera policromada, que muestra a la Virgen María de pie, muy estilizada, sosteniendo en su mano derecha una paloma, símbolo del Espíritu Santo, alusiva a su nombre que en esta ocasión se aleja del modelo de la popularmente invocada como la Blanca Paloma, la Virgen del Rocío que se venera en el Santuario de la Aldea del mismo nombre en el término de Almonte, para presentar una iconografía de gran hondura teológica. Con la mano izquierda da de comer a dicha paloma, simbolizando así con gran delicadeza y poesía la Encarnación del Hijo de Dios en su seno purísimo y su matrimonio místico con el Espíritu Santo. A los pies de la Virgen revolotean, entre una estilizada luna, otras tres palomas que preanuncian su asunción a los cielos, si bien pueden representar igualmente las almas de los fieles que a Ella se acogen con devoción y alegría.

Destaca la sencillez de sus vestiduras, una humilde túnica ceñida a la cintura y un pañuelo anudado en torno a su bello rostro que deja ver parte de su cabellera, que la asemeja a una sencilla mujer del barrio de los años sesenta en que se talló la imagen o una modesta campesina. La corona y la ráfaga que porta nos recuerda sin embargo que esta humilde muchacha es la Madre de Dios; la originalidad de ambas piezas es de lo más conseguido por el autor de todo el conjunto. La corona de doce estrellas asimétricas en tonos verdes y azules, así como la ráfaga en forma de mandorla con los rayos hacia adentro hacen alusión al capítulo 12 del Apocalipsis.

De igual manera no podemos si no subrayar la serenidad y belleza del rostro que presenta una ligera sonrisa, así como el dinamismo que le imprime a todo el conjunto la leve curva que forma la imagen al dirigir su cabeza hacia su lado derecho, dirigiendo la mirada hacia abajo, gesto que le imprime gran humildad, así como los pliegues de la túnica que dibujan igualmente líneas que se curvan hacia la derecha. Hay que señalar también el tratamiento de las texturas que el autor confiere a la madera que enriquecen la presentación final de la obra, así como los detalles dorados en la ráfaga y en el pañuelo de la Virgen.

Desde la antigüedad la paloma, representación del Espíritu Santo (cf. Mc 1,10; Mt 3,16; Lc 3,22; Jn 1,32), fue considerada símbolo de alegría, de pureza y de virginidad, por lo que no tardó en relacionarse con la Virgen María. Así, ya en el siglo IX María es llamada “paloma siempre virgen” por José el Himnógrafo (816-886), a la vez que se identifica a la Madre de Dios con la belleza de la paloma del Cantar de los Cantares (Ct 2,14; 5, 2; 6,9) e igualmente se entiende la paloma del diluvio (Gn 8, 8-12) como un anuncio profético de María.

No es raro encontrar en la escultura románica y gótica imágenes que presentan a la Virgen sosteniendo una paloma en sus manos, detalle que deriva de la presencia de esta ave revoloteando entre las ramas del Árbol de Jesé, para significar la acción del Espíritu Santo en la generación temporal del Hijo de Dios, así como su presencia en toda la historia de la salvación. A medida que va simplificándose el número de las ramas y va quedando aislada la figura de la Virgen, la paloma del Espíritu Santo se va acercando a Ella, hasta aparecer volando sobre su cabeza o posada en su mano, presentando a María como la mujer llena del Espíritu Santo.

Esta imagen de la Parroquia de Los Pajaritos nos muestra a la Madre de Dios como Sagrario del Espíritu Santo y mujer llena de gracia y nos invita a todos a vivir dóciles a la gracia divina como Ella.

Antonio R. Babío,


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