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La Virgen de Belén, de Tomares

Aún en tiempo de Navidad, nos fijamos en la imagen titular de la Parroquia de Tomares, la Virgen de Belén, recientemente restaurada por el equipo Musae, formado por las restauradoras Ana Cordero, Sheila Criado y Esther Soler, a quienes agradecemos la información facilitada para la redacción de este artículo, a partir del informe elaborado por el historiador Ramsés Torres.

Se trata de una escultura gótica de madera policromada, de apenas 95 centímetros, cuyo origen se remonta a los siglos XIII o XIV. Es de autor anónimo, de procedencia francesa, y sufrió una importante remodelación en el siglo XVIII para ser vestida, en la que se le añadieron unos brazos articulados. Hay constancia documental de una intervención en 1731 en la cual se reencarnó el rostro de la Virgen y se le añadieron ojos de cristal. También a finales del siglo XX fue intervenida en una restauración que alteró demasiado la imagen, añadiendo elementos ajenos al original.

La policromía que hoy vemos puede tratarse casi con toda seguridad a la aplicada en la remodelación del siglo XVIII, si bien en la zona de la túnica de la Virgen se han hallado bajo las capas de repinte restos de pigmentos habituales en las esculturas del siglo XIV.

La reciente restauración además ha devuelto a la imagen su primitiva postura sedente, que había sido alterada en intervenciones anteriores.

La Virgen de Belén viste una túnica roja, símbolo de la humanidad de María, y un manto azul, símbolo de la divinidad de la cual la Virgen queda revestida por su condición de Madre de Dios. Sostiene con su mano izquierda al Niño Jesús el cual, de pie sobre su regazo, sostiene el fruto que su Madre le da con su mano derecha. Este fruto alude al citado en el libro del Génesis, apareciendo así María como la Nueva Eva que, con el fruto de sus entrañas, Cristo, nos trae la salvación.

El rostro de la Virgen presenta un cierto hieratismo suavizado por la leve sonrisa que parece esbozar, transmitiendo así dulzura y serenidad, aunando majestad y amabilidad. Debido a estas características formales, podemos poner esta imagen en relación con otras como la Virgen de las Batallas o incluso con la de la Sede de la Catedral de Sevilla, ambas del siglo XIII y de origen francés.

La advocación mariana de Belén, una de las más antiguas, alude al pueblo donde tuvo lugar el nacimiento del Mesías y subraya la maternidad divina de María, definida dogmáticamente en el Concilio de Éfeso en el año 431. La tradición afirma que llegó a España traída por Osio, obispo de Córdoba, en la primera mitad del siglo IV, quien al regresar del Concilio de Nicea trajo una imagen que recordaba el nacimiento de Jesús en Belén.

El nombre de Belén nos muestra a María, más que como trono de Cristo, como pesebre humilde y puro donde viene al mundo nuestra salvación.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural

 


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