‘La vida cristiana, vocación universal a la santidad’- Formación permanente Pueblo de Dios en salida 11

Undécima sesión de la iniciativa de formación de la Delegación diocesana de Apostolado Seglar, que se hace eco del lema del pasado Congreso Nacional de Laicos que fue vivido por todos los que participaron como un renovado pentecostés. Con una periodicidad quincenal, se puede visionar en el canal de youtube de Archisevilla Siempre Adelante

 IDEA CENTRAL

“Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 38-48).

“Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Ef 1, 3-4).

NUESTRA FE

El magisterio de los últimos papas nos ha ayudado a comprender mejor qué es la santidad cristiana, a redescubrir su belleza y el dinamismo de felicidad y de vida que puede desencadenar en nuestra existencia. El papa Francisco nos dice:

“No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de Él nos libera de nuestras esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad (…). En la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo (…). No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia”. (Francisco, Gaudete et exsultate, n. 32-34).

 “Habló Yahvé a Moisés diciendo: <<Sed santos, porque Yo, Yahvé, vuestro Dios soy santo>>”. (Lev 19, 2). Pero para ser santos como Dios, se tienen en cuenta las relaciones humanas, la solidaridad, el respeto, la justicia, la atención al emigrante… El amor de Dios le llevó hasta encarnarse en Jesucristo. Dios todopoderoso, misericordioso y sabio, infinito e inabarcable, se hizo hombre. Se acerco al ser humano hasta hacerse uno con nosotros. Jesucristo, el Santo habló nuestra lengua, conoció el trabajo humano y la pobreza, la amistad, la persecución, el desprecio y la muerte. Jesucristo predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuera su condición, la santidad de vida y en la vida. Jesús es además nuestro modelo de santidad. Y su madre María refleja como nadie la belleza de la santidad cristiana.

El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, habla con claridad de la llamada universal a la santidad:

“En los diversos géneros de vida y ocupación, todos cultivan la misma santidad. En efecto, todos, por la acción del Espíritu de Dios, sigue a Cristo pobre, humilde y con la cruz a cuestas para merecer tener parte en su gloria” (LG, n. 41).

Estas afirmaciones suenan de un modo especial en el ámbito de los laicos llamados a ser santos de los cotidiano. Santos en la vida personal, familiar, social y eclesial.

DIALOGAMOS JUNTOS

Mirada creyente

Nadie puede rebajar, ni ocultar, ni desfigurar el impresionante proyecto de Dios sobre cada persona, llamada expresamente a ser santa y a dar las señales y los frutos de la santidad, a reproducir en nuestro entorno la imagen de Jesús.

La vida es llamada. La santidad comienza con una llamada de Dios, que es una gracia. Esta llamada es una acción completamente gratuita. Nadie nace por sus propias obras, ni es santo por su fuerza de voluntad. Toda vocación, además, tiene una finalidad: cumplir una tarea, una misión. Esta llamada de Dios es universal, es a todos, nadie queda excluido.

La santidad es unión de amistad con Cristo y, al mismo tiempo, es siembra de verdad, de justicia, de libertad, de servicio, de solidaridad, de verdad, de amor. ¿Queremos ser santos? ¿Cómo suena la palabra santidad en el ambiente en el que nos movemos? ¿Nos estimula, nos deja indiferentes, o nos paraliza? ¿Cuántos modelos de santidad tenemos en nuestro entono, en alguna persona, comunidad o grupo…, manifestado en obras?

Reflexión desde la vida cristiana

El papa Francisco nos apunta las llamadas que Jesús plantea a los cristianos para que produzcamos signos de santidad en la sociedad:

“Lamento que a veces las ideologías nos lleven a dos errores nocivos. Por una parte, el de los cristianos que separan estas exigencias del Evangelio de su relación personal con el Señor, de la unión interior con él, de la gracias. Así se convierte al cristianismo en una especie de ONG, quitándole esa mística luminosa que también vivieron y manifestaron san Francisco de Asís, san Vicente de Paúl, santa Teresa de Calcuta y otros muchos. A estos grandes santos ni la oración, ni el amor de Dios, ni la lectura del Evangelio les disminuyeron la pasión o la eficacia de su entrega al prójimo, sino todo lo contrario.

 También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmamentista, comunista, populista… No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo (GE, n. 100-101).

¿Hemos sentido la llama a nacer de nuevo a la santidad? ¿Qué dificultades encontramos para acoger esta llamada?

Un compromiso abierto a los demás

La santidad es un camino de crecimiento en el amor, no se trata, sobre todo, de saber más, sino de amar más, como Cristo y con Cristo. Este crecimiento se encarna en detalles concretos: escuchando, acompañando, sonriendo, no hablando mal de nadie… La llamada a la santidad se realiza en la santidad de la Iglesia, que pone a disposición de cada creyente todos los medios disponibles para avanzar en su camino de santidad: la Palabra, los sacramentos, la piedad popular, a vida de las comunidades, el testimonio de los santos, la belleza que procede del amor de Dios (GE, n. 14)

La perfección, la imitación a Cristo, el seguimiento de Jesús, la unión con Cristo, la plenitud de vida y en la vida, y el cumplir la voluntad de Dios son algunos de los nombres de la santidad, que expresan el sentido profundo de ésta.

Nuestra vida, recreada por el encuentro con Jesús, es la aportación más original para la transformación del mundo. ¿Qué nos proponemos para responder a la llamada que nos hace Jesús a ser santo? Por ejemplo, un compromiso de amor al prójimo a realizar en nuestra vida diaria.  Si la santidad es un camino de crecimiento en el amor ¿qué gesto sencillo podemos plantear que muestre nuestro deseo de crecer en santidad?

VÍDEO DE LA SESIÓN DEL FORO PERMANENTE ONLINE

(*) Estos textos están inspirados en el Itinerario de Formación Cristiana de Adultos – Ser cristianos en el corazón del mundo-, de la Conferencia Episcopal Española, publicados por la Editorial EDICE.