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La Presentación de la Virgen en el Templo, Palacio Arzobispal

El próximo jueves celebramos la fiesta de la Presentación de la Virgen al templo que, como señalaba San Juan Pablo II, nos recuerda que “desde sus primerísimos años María deseaba pertenecer sin reservas, completamente al Señor”. Hoy nos detenemos en esta bella obra que se conserva en el Antecomedor del Palacio Arzobispal de Sevilla.

Esta celebración nace en Oriente vinculada al templo de Jerusalén donde se desarrolla el acontecimiento que recuerda dicha fiesta. Ya en el año 543 se tiene noticia de una iglesia construida cerca del templo por el emperador Justiniano I que se dedica el 21 de noviembre a María. En occidente, si bien se celebraba desde el siglo IX en algunos lugares, no es hasta 1472 en que el Papa Sixto IV la extiende a toda la Iglesia católica.

Esta fiesta se basa en el evangelio apócrifo llamado “Protoevangelio de Santiago”, en los capítulos VII y VIII, en los que se refiere cómo al cumplir los tres años, María fue llevada al templo de Jerusalén por sus padres Joaquín y Ana, cumpliendo así la promesa hecha al Señor. Fue acompañada por doncellas hebreas con velas encendidas y fue recibida por el sacerdote, quien la hizo sentar sobre la tercera grada del altar, tras lo cual “el Señor derramó su gracia sobre la Niña, quien danzó con sus piececitos, haciéndose querer de toda la casa de Israel”. En el capítulo VI del Libro de la Natividad se añaden algunos datos, como los 15 escalones que tenía el templo y que la Niña, a pesar de su corta edad, subió sola.

Los Padres de la Iglesia definen este episodio como el momento de su entrega y consagración a Dios, y preparación para su sublime vocación de Madre de Dios, presentando también a la Virgen como nuevo y verdadero templo del Señor.

La más antigua representación de esta iconografía en Occidente es una miniatura de un manuscrito del siglo XI, de la Biblioteca Nacional de París.

El cuadro que hoy nos ocupa, realizado hacia 1670, es obra del pintor natural de Villanueva de los Infantes, Matías de Arteaga (1633-1703), pintor y grabador cuya estética deriva de Murillo y de Valdés Leal. A partir de un esquema en diagonal, muestra a  la Virgen Niña subiendo los escalones del templo. A los pies de la escalinata aparecen sus padres, mientras que a las puertas del templo se ve el sumo sacerdote con los brazos abiertos en actitud acogedora, mostrando así gráficamente la ofrenda a Dios que San Joaquín y Santa Ana hacen de su Hija, subrayada por la línea ascendente que forman la mano derecha del padre y el brazo derecho del sacerdote.

Llama la atención la escenografía arquitectónica en perspectiva que el autor desarrolla, presentando una fantástica Jerusalén ideal de edificios de gran monumentalidad, rasgo característico de las composiciones de este pintor.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural

 


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