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La Comunión de la Virgen, Capilla de la Estrella (Sevilla)

En este mes dedicado a la Virgen traemos esta curiosa iconografía que une la devoción eucarística con la mariana. Se trata de un lienzo del artista Francisco Maireles que se encuentra en la Capilla de la Estrella de Triana.

Esta escena deriva de la piadosa tradición que asegura que, tras la Ascensión de Cristo, la Virgen María comulgaba todos los días de manos de los apóstoles, historia recogida por la Madre María Jesús de Ágreda en su obra Mística ciudad de Dios. El Concilio de Trento difundirá este tipo de iconografías para destacar la importancia de los Sacramentos, si bien podemos encontrar con anterioridad ejemplos de este tema eucarístico-mariano, como un bellísimo relieve de la Abadía benedictina de San Pedro de Solesmes, del siglo XVI, en la que es el mismo Cristo quien da la comunión a su Madre. El pintor granadino Alonso Cano pintó una comunión de la Virgen de manos de San Juan Evangelista, que se encuentra en Génova y otra que está en el Museo San Carlos de Méjico, procedente del Convento sevillano de Santa Paula, y en la Iglesia de San Juan Evangelista de la localidad de Gandul, en Alcalá de Guadaira, el retablo mayor está presidido por un lienzo de grandes dimensiones atribuido a Juan de Uceda fechado en 1627, que reproduce esta misma escena del discípulo amado, revestido con casulla, dando la sagrada comunión a la Virgen, en presencia del colegio apostólico, sobre los cuales se abre un rompimiento de gloria con la Santísima Trinidad contemplando el momento.

En 1996 el pintor natural de Gilena Francisco Maireles realiza esta pintura que se halla en la Capilla de la Hermandad de la Estrella, en la trianera calle San Jacinto. Representa a la Virgen, la cual presenta un bello rostro que recuerda al de la Virgen de la Estrella, de rodillas y extendiendo ambas manos para recibir la comunión que le da San Juan Evangelista situado frente a Ella, también de rodillas. La Madre de Dios viste su habitual atuendo de túnica roja y manto azul, mientras que el discípulo más joven viste túnica verde y manto rojo. Ambos aparecen con sendos nimbos circundando sus cabezas, en los que se lee el nombre de cada uno. Entre las dos figuras, centrando la composición, se puede ver una jarra de azucenas, símbolo de la pureza de la Virgen, atributo que suele aparecer en las escenas de la Anunciación y que aquí nos recuerda que de la misma manera que María había sido digna de acoger en su seno al Verbo hecho carne, es ahora digna de recibir a Jesús en la Eucaristía.

Tras ambos, se encuentra la mesa cubierta por un amplio mantel blanco, sobre la que se distinguen una vela encendida y varias flores esparcidas por la mesa, tras la cual se dispone el resto de los apóstoles que contemplan la escena con gran devoción. Todo el conjunto aparece coronado por el Espíritu Santo.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesana de Patrimonio Cultural

 


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