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III Domingo de Adviento (ciclo B)

III Adviento ciclo B GaudeteEn medio de vosotros hay uno que no conocéis

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?».  Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».  Le preguntaron: «Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».  Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».  Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».  Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».  Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

 Juan 1, 6-8. 19-28

Comentario bíblico de Antonio José Guerra

Is 61,1-2a. 10-11; Lc 1,46-54; 1Ts 5,16-24; Jn 1,6-8.19-28

Las notas de alegría recorren las lecturas del tercer domingo de Adviento. La lectura de Isaías nos presenta las buenas nuevas al pueblo de Israel que acababa de volver del destierro de Babilonia: “todo volverá al esplendor del pasado”. Este anuncio tiene unos destinatarios privilegiados en los que sufren: los pobres, afligidos, cautivos y prisioneros. El final de la lectura nos informa de la respuesta gozosa de la nueva Jerusalén hacia el favor de Dios, llamando la atención las imágenes esponsales para significar esa alegría. Es fácil identificar a Jesús con el Ungido de esta lectura, ya que su venida provoca fundamentalmente la alegría de los que sufren.

            San Pablo profundiza en esta alegría, pues afirma que Dios es fiel y cumplirá sus promesas enviando a su Hijo. Se entiende que el apóstol exhorte a la alegría, porque el Salvador viene a nosotros. La constancia en la oración nos hará entrar en relación continua con Dios que alentará nuestra esperanza y nos infundirá la verdadera alegría. La acción de gracias vendrá por sí sola, ya que a tanta generosidad divina se la responde con un agradecimiento de corazón por parte del hombre traducido en buenas obras de amor al prójimo.

            El Bautista da testimonio de la Luz, y por el Prólogo del evangelio de Juan sabemos que la Luz que viene al mundo es Jesucristo. Así que su misión es dar testimonio de Jesús. Deja bien claro a sus interlocutores que no es el Mesías, sino que es sencillamente un mensajero del Señor, la Voz que tiene como misión dar a conocer a la humanidad al que trae la alegría y la luz.

Preguntas para la reflexión:

  1. Juan el Bautista anunciaba que venía el que traía la alegría y la luz al mundo, ¿qué obras concretas debieran estar presente en nuestra Iglesia para que se perciba a Jesús como el portador de esta alegría definitiva?
  2. La invitación a orar continuamente fortalece nuestra espera, ¿qué tiempo gratuito dedico a rezarle a Dios?
  3. “LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (EG 1). ¿Cómo propicio ese dichoso encuentro en mi vida? ¿y en la vida de los demás?

 


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