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III Domingo de Adviento (Ciclo A)

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis”.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?».
El confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».
Él dijo: «No lo soy».
«¿Eres tú el Profeta?».
Respondió: «No».
Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

 Juan 1, 6-8. 19-28

Comentario bíblico de Álvaro Pereira

La liturgia conoce este tercer domingo de Adviento como el domingo de Gaudete, imperativo que aparece en la segunda lectura de hoy: “Estad siempre alegres” (semper gaudete: 1 Tes 5,16). Y es que la llegada de Jesucristo no puede por menos que inundar de gozo a los creyentes que lo esperan con ansia. San Pablo se refería en la epístola a la segunda venida del Señor en gloria; los cristianos en esta Navidad conmemoraremos la primera en carne. La memoria de la primera dispone a la segunda, y tanto una como otra deben llevarnos al gozo. El motivo de la alegría también aparece en la metáfora nupcial de la profecía de Isaías (“Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios”) y en el Magnificat de María (“se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”), que hoy hace las veces de salmo responsorial. Nadie mejor que la madre expectante como modelo que imitar en esta invitación a la alegría.

Además de la alegría, un segundo tema recorre las lecturas: el mesianismo de Jesús. “Mesías” es un término hebreo que significaba “ungido”. En la lectura de Isaías, el profeta afirma que ha sido ungido por el Espíritu del Señor para anunciar el evangelio a los pobres y a los que sufren. Los primeros cristianos reconocieron que este oráculo se cumplía en Jesús (cf. Lc 4,16-20). En el evangelio de hoy también se evidencia la temática mesiánica. El Bautista, frente a la insistencia de sacerdotes y levitas, confiesa que él no es el Mesías. Nótese que aquí Juan no es descrito como el profeta apocalíptico que llamaba a la conversión ante el juicio, sino que aparece como el testigo valiente del Mesías, la voz que precede a la Palabra, el precursor de la luz. Él concluye declarando que ya está en medio de ellos una persona misteriosa, “uno que no conocéis”, y que es quien realmente deben esperar. ¿Acaso reconoceremos nosotros esta Navidad quién es el verdadero Mesías?

Preguntas

 

  1. El Mesías esperado realizaría obras mesiánicas en favor de los desvalidos. ¿Preparamos nosotros la celebración de su venida colaborando con los empobrecidos?
  2. La alegría aparece omnipresente en las lecturas de hoy. Hazte un chequeo espiritual sobre los niveles de tu alegría.
  3. Juan, con humildad, reconoce que él no es el Mesías, ¿me creo a veces el redentor de los demás?

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