Entrevista a Joaquín Castellón, delegado diocesano de Migraciones: “La migración es una riqueza para la Iglesia diocesana’

Entrevista a Joaquín Castellón, delegado diocesano de Migraciones: “La migración es una riqueza para la Iglesia diocesana’

El 14 de enero, la Iglesia celebró la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, y este año lo ha hecho bajo el lema ‘Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados’. Como es habitual, el papa Francisco ha dirigido un mensaje a todos los cristianos, pero sus palabras bien merecen también ser escuchadas y tomadas en cuenta por los gobernantes y autoridades internacionales.

Para recordar esta realidad ante la que no podemos cruzarnos de brazos, la Delegación diocesana de Migraciones organizó  ayer la Eucaristía presidida por monseñor Asenjo, Arzobispo de Sevilla, que tuvo lugar en la Parroquia de San Leandro. Además, Joaquín Castellón, delegado diocesano de Migraciones, señala también la jornada formativa que se celebrará el jueves, 18 de enero por la tarde, en el Seminario. En ella participarán distintos grupos que explicarán cómo la Archidiócesis de Sevilla acoge, protege, promueve e integra a los emigrantes y refugiados en nuestra ciudad.

¿Cómo es el día a día de esta Delegación en Sevilla, qué proyectos lleváis a cabo?

La Delegación la compone un grupo de personas no muy extenso pertenecientes a congregaciones religiosas, voluntarios y algunos inmigrantes. Este grupo heterogéneo tiene una gran capacidad de trabajo y sobre todo muchas ganas para impulsar proyectos, sobre todo, de evangelización.

Imaginamos que el número de personas que pegan a vuestra puerta es cuantioso, ¿de qué manera les acompañáis?

El acompañamiento social lo hace, sobre todo, Cáritas Diocesana. Nuestro objetivo primordial es de evangelización y pastoral, es decir, acompañar en la fe a los católicos inmigrantes presentes en la Archidiócesis.

Después de más de un año siendo delegado de Migraciones, Joaquín, ¿qué puede decirnos de la situación de los emigrantes en Sevilla?

Las situaciones son muy diversas: hay personas que vienen como refugiados y que, mientras tienen el paraguas de la institución, están protegidas, pero después se encuentran en una situación muy difícil; muchos llegan a la intemperie, sin nada, y como consecuencia sufren explotación laboral porque hay quien se aprovecha de su situación; otras personas, en cambio, están perfectamente integradas y suponen una riqueza para nuestras comunidades; muchos también se ven arropados por familiares así, en una situación de desempleo, no tienen graves problemas. En definitiva, las realidades que atendemos son muy diferentes.

El papa Francisco en su mensaje propone medidas que, a priori, pueden resultar difíciles de alcanzar porque habría que poner de acuerdo a la comunidad internacional, ¿puede la Iglesia mediar en este sentido?

Yo creo que sí. El papa Francisco ha asumido un papel importante ante el drama de los emigrantes y refugiados que debe asumir toda la Iglesia. Tenemos que acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes, no podemos conformarnos con posibilismos de cortas miras, sino que tenemos que mirar al Reino de Dios. El Papa no ha autoasumido un papel político, sino más bien de profeta que propone un camino de futuro por donde debemos caminar. Y salirnos de este camino supone abandonar a personas que se ahogan en el mar, rechazar a personas en guetos de marginación, rechazar a personas en situaciones de guerras, etc. Este camino es difícil de asumir por la política internacional, pero es imprescindible que se proclame y que se trabaje en ello.

Pero esto no es sólo tarea de la Iglesia, sino que es preciso que todos hagamos algo…

Efectivamente. El papa Benedicto XVI en la Encíclica Deus Caritas est decía que la justicia es una tarea de todos. La Iglesia, con todos, debe buscar el camino de la justicia porque tiene un papel de iluminación de las conciencias, de acción concreta, de símbolo eficaz que genera nuevos dinamismos, pero ella no es, ni puede ser, el único agente de acogida y atención al inmigrante, sino que instituciones a todos los niveles tienen esa obligación. Y por supuesto, todas las personas de a pie.

Así es, los sevillanos también podemos ayudar, y aunque siempre se ha dicho que Sevilla es un pueblo de acogida, ¿es verdad o somos racistas?

Los inmigrantes me dicen que es complicado incorporarse en algunos sectores de la vida sevillana, concretamente a las parroquias. Cuando las parroquias se entienden como sitios donde los que estamos, hacemos todo bien, no cabe nadie más; pero cuando se comprenden como un espacio de evangelización y comunión que debería llegar cada vez más lejos, entonces todo el mundo tiene un papel importante. Por eso, muchos inmigrantes en las tareas pastorales no se sienten todo lo acogido que les gustaría.

Respecto a esto, ¿qué podemos hacer para darles mayor protagonismo en nuestras comunidades parroquiales?

Se trata de abrir los brazos a aportaciones nuevas que enriquecen nuestras parroquias. Desde una sonrisa cuando reconocemos al extranjero, preguntarle por su procedencia e interesarnos por ellos, invitarlos a participar en la liturgia, en los cantos, hasta participar como catequista, crear grupos de misiones…


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