‘El valor evangélico del sacrificio’- Formación permanente Pueblo de Dios en salida 10

Décima sesión de la iniciativa de formación de la Delegación diocesana de Apostolado Seglar, que se hace eco del lema del pasado Congreso Nacional de Laicos que fue vivido por todos los que participaron como un renovado pentecostés. Con una periodicidad quincenal, se puede visionar en el canal de youtube de Archisevilla Siempre Adelante

IDEA CENTRAL

“Toma tu cruz de cada día y sígueme” (Lc 9, 23)

“El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú, oh, Dios, tú no lo desprecias” (Sal 50, 18-19)

“En verdad, en verdad os digo: si el grano trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24)

 

NUESTRA FE

Hoy día el sacrificio no tiene muy buena prensa. Hay sacrificios pasivos, que tenemos que soportar que nos vienen impuestos, como las enfermedades… Pero también existen otros sacrificios que son activos, que tienen su origen en una opción libre que toma una persona. Nos lo imponemos con el fin de conseguir un objetivo que consideramos valioso, cuidar a alguien…. Este sacrificio es connatural al ser humano. Los valores evangélicos de la pobreza y la humildad suponen a su vez el sacrificio.

El sacrificio ayuda a encontrarse consigo mismo, en él se revelan las propias limitaciones. Salimos de nosotros y nos encontramos con el otro, pasamos del yo al nosotros. Se descubre una forma nueva de disponer de sí mismo y se aprende a afrontar condiciones difíciles de la vida. Con el sacrificio se descubre también el valor que tiene el otro para mí y es siempre una forma de aprender a afrontar las condiciones difíciles de la vida. El ser humano se abre a Dios y Dios aterriza en nuestra vida.

En la Biblia, en el Antiguo Testamento, el hombre ofrece a Dios algo valioso a lo que renuncia, en el Nuevo Testamento, hay que volver los ojos a la cruz. En ella se evidencia que el Hijo de Dios, por su encarnación y muerte en la cruz, nos abre un camino completamente nuevo: Dios se acerca a los hombres. Es Él quien busca entregarnos sus dones, su perdón, su reconciliación. Dios se nos entrega gratuitamente por medio de su propio Hijo, Jesucristo. Él nos reconcilia con Dios. Misericordia quiero y no sacrificios. Él nos pide un sincero cambio en el corazón. Ser cristiano supone una renuncia parad decir “sí” a Dios con nuestra vida.

En la cruz se ve con claridad lo que significa el mandamiento nuevo del amor: << que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros>> (Jn 13, 34). Sin embargo, el Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana el sufrimiento, sino que, tomándolo sobre sí, lo ha transformado y delimitado. Lo ha delimitado, porque el dolor y el sufrimiento ya no tienen la última palabra, y lo ha transformado, las experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Para el cristiano el sacrificio debe situarse desde la perspectiva de Cristo en la cruz. La entrega a Dios y a los demás supone la renuncia de uno mismo para descubrir la alegría de la vida en Cristo.

 DIALOGAMOS JUNTOS

Mirada creyente

Nuestro tiempo vive dramáticamente el contraste de luchar contra el dolor y el sufrimiento, consiguiendo avances muy notables sobre todo en el ámbito de la medicina, y por el contrario es un tiempo en el que millones de personas sufren a causa del hambre, de las guerras, y del “descarte”, por usar una expresión frecuente en el papa Francisco, con un dolor que se vuelve más lacerante cuando más está en las manos de la humanidad evitarlo.

En este clima cultural, hablar del sacrificio como una virtud resulta hasta provocativo. Y, sin embargo, el sacrificio forma parte de la misma entraña de la existencia humana y, en cierto sentido, por ser humanizador. Como cristianos, tenemos en la persona de Jesucristo un modelo del “sacrificio perfecto y agradable a Dios”.

Tenemos que reflexionar sobre el sacrificio como virtud cristiana, tratando de situarnos con sabiduría en la lucha contra el dolor que tiene su causa en la injusticia y el desamor, y siendo capaces, al mismo tiempo, de asumir con sentido cristiano tanto el dolor, como el bien que un sacrificio libremente aceptado por amor proporciona a la existencia humana.

Reflexión desde la vida cristiana

Los cristianos debemos tener los “sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2, 5). Esta configuración con Cristo llega a la entrega de la propia vida. San Pablo ve el sacrificio como vida para el cristiano. El objeto de la ofrenda es uno mismo, actuando de una forma concreta. El culto que se debe rendir a Dios es la propia vida en todas sus dimensiones y dentro de un dinamismo de entrega.

“Solamente a partir del don de Dios, libremente acogido y humildemente recibido, poder cooperar con nuestros esfuerzos para dejarnos transformar más y más. Lo primero es pertenecer a Dios. Se trata de ofrecernos a él que nos primerea, de entregarle nuestras capacidades, nuestro empeño, nuestra lucha contra el mal y nuestra creatividad, para que su don gratuito crezca y se desarrolle en nosotros” (GE, n.56).

¿Cómo podemos manifestar el bien que un sacrificio asumido por amor ha proporcionado a otras personas? ¿Cuál es la actitud predominante en el ambiente en el que vivimos acerca del sacrificio y del sufrimiento que comporta? ¿Cuáles son las consecuencias de esta actitud?

Un compromiso abierto a los demás

La biografía de cualquier mártir nos muestra que estos hermanos, que sacrificaron su vida por el hecho de ser cristianos, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Nos fijamos en la figura del Padre Kolbe para plasmar lo que supone el sacrificio cristiano llevado hasta las últimas consecuencias:

“Hacia finales de julio de 1941, después de que los prisioneros, destinados a morir de hambre, habían sido puesto por orden del jefe del campo, este hombre, Maximiliano Kolbe, se presentó espontáneamente, declarándose dispuesto a ir a la muerte en sustitución de uno de ellos…

La desobediencia al mandamiento de Dios creador de la vida: <<No matarás>>, causó en ese lugar la inmensa hecatombe de tantos inocentes. En nuestros días, pues, nuestra época ha quedado así horriblemente marcada por el extermino del hombre inocente.

 El padre Maximiliano Kolbe, prisionero del campo de concentración, reivindicó, en el lugar de la muerte, el derecho a la vida de un hombre inocente. El padre Kolbe reivindicó su derecho a la vida, declarando la disponibilidad de ir él mismo a la muerte en su lugar. Reivindicó así, el derecho exclusivo del Creador sobre la vida del hombre inocente y dio testimonio de Cristo y de su amor”.

(Homilía de San Juan Pablo II en la canonización de San Maximiliano Kolbe, 10 de octubre de 1982).

 ¿Qué cambios sobre la virtud del sacrificio, se debería introducir en nuestro modo de pensar y actuar? ¿Qué compromiso nos sentimos llamados a adoptar para qué en nuestro entorno, nuestra comunidad…, se valore positivamente el sacrificio como virtud cristiana?

VÍDEO DE LA SESIÓN DEL FORO PERMANENTE ONLINE

(*) Estos textos están inspirados en el Itinerario de Formación Cristiana de Adultos – Ser cristianos en el corazón del mundo-, de la Conferencia Episcopal Española, publicados por la Editorial EDICE.

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