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El paso de la Virgen de la Esperanza. Hermandad de la Vera-Cruz, de Osuna

Ante una nueva Semana Santa sin procesiones en las calles de los pueblos y ciudades de nuestra Archidiócesis, presentamos hoy uno de los pasos más originales sin duda de toda la Semana Santa, el de la Virgen de la Esperanza de la Hermandad de la Vera-Cruz de Osuna.

La imagen de la Virgen de la Esperanza que se encuentra en la Iglesia de San Agustín es titular de la Hermandad de la Vera Cruz de Osuna, fundada en 1545 en el Convento de San Francisco. Se trata de una obra fechada en 1903, del taller del escultor valenciano Vicente Tena Fuster (1861-1946), autor igualmente de la imagen de San Juan Evangelista que la acompaña así como del singular paso que se estrena en la Semana Santa del año 1905 de inspiración orientalizante, en el que predomina un estilo que podríamos denominar neo egipcio, si bien encontramos igualmente motivos babilonios, asirios o persas, “a caballo entre el ocaso del historicismo y el comienzo del modernismo”, como señala el historiador Antonio Morón Carmona, quien apunta igualmente que todo el diseño tiene un indudable aire de escenografía teatral, ya que en la difusión de esta estética egipcia tuvieron gran influencia los decorados de óperas como el Nabucco de Verdi, estrenada en 1842, e incluso las películas de cine ambientadas en el Antiguo Egipto, algunas de las cuales aparecen ya en los primeros años del siglo XX.

El gusto por lo exótico y lo oriental en el arte y la arquitectura, si bien lo podemos encontrar ya en el Renacimiento en el que algunos artistas introducen referencias a la cultura egipcia como esfinges, obeliscos y otros motivos decorativos, comenzará a finales del siglo XVIII debido a las descripciones que llegan a Europa de la mano de los viajeros que participaban en expediciones como la que el ejército de Napoleón llevará a cabo en 1798, documentada por Vivant Denon, y debido igualmente a los distintos descubrimientos arqueológicos y toda las leyendas y fantasías que van a envolver estos valiosos hallazgos.

En nuestro país, sin embargo, y a diferencia de otros países europeos, no tuvo demasiado éxito, debido probablemente a que este gusto oriental se concentrará en los estilos exóticos propios como el mudéjar, así como la influencia musulmana de grandes monumentos como la Alhambra.

Sorprende sin embargo la utilización de la estética egipcia en un paso de Semana Santa, si bien a priori no debería parecernos inapropiada ya que no debemos olvidar que la Virgen María, junto con el Niño y San José, vivió un tiempo no determinado en Egipto, a donde llega la Sagrada Familia huyendo de los soldados de Herodes que querían matar a Jesús, tal como le anuncia el ángel a José. Precisamente este episodio de la huida al país del Nilo narrado por Mateo (2, 13-15.19-23) constituye uno de los siete dolores de María, lo que motiva que no sea completamente ajeno para el paso de una Dolorosa.

Frente al papel que juega la civilización egipcia en el Antiguo Testamento, en el que el libro del Éxodo presenta a Egipto como símbolo de opresión, esclavitud y muerte, en el Nuevo Testamento la huida a este país supone para Jesús la salvación de la muerte, presentándose así por tanto este hecho como un anticipo de la Pascua en la que Cristo vencerá a la muerte y nos sacará a nosotros de la esclavitud del pecado y de la muerte.

El taller de Vicente Tena fue uno de los primeros en publicitarse durante las primeras décadas del siglo XX en periódicos y revistas, así como en publicar catálogos ilustrados que llegaban a todo el territorio nacional e incluso al extranjero gracias a comerciales que ponían en contacto el taller con los clientes, desarrollando así un innovador sistema de venta por catálogo importado de los Estados Unidos y que incluía tanto imágenes como pasos, retablos, sagrarios, monumentos, púlpitos, confesionarios, bancos, lámparas, banderas, coronas e incluso pelucas para las imágenes. De este modo, como señala Francisco Javier Delicado Martínez de la Universidad de Valencia, su obra se reparte por toda España, encontrándose imágenes en Galicia, País Vasco, Aragón, Castilla, Extremadura, Valencia, Murcia y Andalucía, e incluso en Brasil. En nuestra Archidiócesis, además de la Virgen de la Esperanza y el San Juan Evangelista de la Vera Cruz de Osuna, para la cual realiza también una María Magdalena, podemos admirar la Virgen del Mayor Dolor para la Hermandad de la Pax, la Virgen del Carmen y el San José del Convento del Carmen, todas ellas igualmente de Osuna, así como el San Fernando de la Hermandad de Valme de Dos Hermanas, la Virgen de la Piedad y el San Juan Evangelista, de Marchena y el Simón de Cirene de la Hermandad de Jesús Nazareno de Estepa.

Como señala Pedro Jaime Moreno de Soto, a quien seguimos en la descripción del paso, en el catálogo ilustrado de ventas del taller de Vicente Tena encontramos dos fotografías, con los números 626 y 627, que corresponden a dos tronos que sin duda sirvieron de inspiración para el paso de la Esperanza, el cual sufrirá diversas transformaciones, como las realizadas en los años 40 o la ampliación que se llevó a cabo a finales del siglo XX.

Un paso de inspiración oriental

El paso se compone de unos respiraderos que aparecen divididos en dos horizontalmente, estado la parte inferior decorada por dos figuras humanas con atuendo egipcio entre las cuales aparece el símbolo solar del disco alado, mientras que la parte superior está calada con elementos decorativos florales, apareciendo en el centro dos serpientes entrelazadas sobre un diseño geométrico, que representan el Alto y el Bajo Egipto, así como la dualidad vida y muerte. Aunque la mayoría de las veces la serpiente en la iconografía cristiana alude a la tentación del paraíso como se lee en el libro del Génesis (cf. Gn 3,1-15), no podemos olvidar que, en ocasiones la serpiente fue utilizada como símbolo de Cristo, y así con este significado podemos encontrarla en diversos báculos de obispos y abades entre los siglos XI al XIV. Igualmente, Cristo Salvador es prefigurado en el Antiguo Testamento por la serpiente de bronce que Dios ordena hacer a Moisés para que los que fueran mordidos por las serpientes que envió Dios como castigo al pueblo de Israel, al mirar el estandarte con la serpiente de bronce quedaran salvados (cf. Núm 21, 5-9).

Las esquinas se rematan con decoración de flores de loto, símbolo de fecundidad y de vida. En los laterales aparecen dos esfinges con cuerpo de león y rostro de hombre con la cabeza cubierta con un tocado egipcio. En las esquinas del conjunto aparecen cuatro grifos, criaturas mitológicas originarias del Próximo Oriente que se componen de cabeza de águila y patas de león y que simbolizan la dualidad cielo y tierra y que fue empleado como símbolo de la sabiduría divina e incluso como símbolo de Cristo y de su fuerza. Así, el grifo, al reunir en sí dos naturalezas, la del águila y la del león, es símbolo de la doble naturaleza de Cristo, Señor del cielo y de la tierra, ya que el águila, señor del cielo, nos recuerda la naturaleza divina, mientras que el león, señor de la tierra, alude a la naturaleza humana. Con este significado parece recogerlo Dante en la Divina Comedia y según José Luis Borges en su obra “El libro de los seres imaginarios” así también lo recoge San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías añadiendo una cita inexistente en la obra del Padre de la Iglesia: “Cristo es león porque reina y tiene la fuerza; águila porque, después de la resurrección, sube al cielo”.

Estos grifos sostienen cuatro esfinges, que reproducen el modelo de los toros alados antropomorfos de origen asirio, como los que custodiaban la entrada del palacio de Sargón II en Knorsabad (Irak) hoy en el Museo del Louvre, con cuerpo de león, alas y cabeza humana con un tocado troncocónico. Estas cuatro esfinges son sin duda los elementos de más fuerza y singularidad de todo el conjunto y no podemos olvidar que en la antigüedad eran un símbolo de vida y de resurrección. Incluso en los primeros momentos del cristianismo en Alejandría, la esfinge fue considerada símbolo de Cristo, ya que se aplicaron a Jesús todas las ideas que se atribuían a la esfinge, como que es Señor de la luz, es Sol divino, es la fuerza, la Verdad, la Sabiduría, etc.

Popularmente estas cuatro esfinges hacen que este paso sea conocido como el de los “perritos”. Cada esfinge sostiene un candelabro de guardabrisas de cuatro brazos y además aparecen sujetadas por cadenas sostenidas por cuatro ángeles o figuras femeninas aladas con tocados egipcios que se sitúan en las esquinas de la canastilla. Ésta recuerda una pirámide truncada o mastaba y se muestra decorada por unas gruesas columnas de fustes acanalados con nervios centrales, con altos basamentos y grandes capiteles egipcios campaniformes, que dividen la superficie en diversos espacios decorados por palmetas de vivos colores. Todo el conjunto se remata en el frontal con cinco guardabrisas que aportan luz a las imágenes.

Este original paso, alejado del tradicional estilo neobarroco de la mayoría de los que procesionan en nuestra Semana Santa, constituye un interesante y único ejercicio de asimilación de estéticas ajenas por parte de una de las hermandades de nuestra Archidiócesis.


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