Archidiócesis de Sevilla

La intervención renacentista de la Giralda, como se especificaba en la inscripción conmemorativa, hoy ilegible, que se encuentra en la fachada norte y que se colocó en febrero de 1569 con texto del canónigo Francisco Pacheco, está dedicada primeramente “a la gran Madre Virgen Salvadora”. No podemos olvidar que, desde la Reconquista el alminar de la Mezquita había sido bautizado como Torre de Santa María. En el mes de mayo, traemos dos imágenes vinculadas con la Giralda: la Virgen de los Olmos y la Virgen de los Remedios, que explicitan el carácter mariano de la torre.

La Virgen del Olmo o de los Olmos se conserva en la Capilla Bautismal o de San Antonio de Padua, y estuvo colocada en una hornacina en la fachada Este de la Giralda, bajo el primer balcón, donde hoy se venera una copia realizada por Juan Luis Coto tras la restauración del original en 1986.

Inicialmente se encontraba en la entrada principal del Corral de los Olmos, de ahí su advocación, antigua sede de los Cabildos secular y eclesiástico de la ciudad que ocupaba todo el solar de lo que es hoy la Plaza Virgen de los Reyes, de donde fue trasladada a la Giralda en 1791, tras el derribo del Corral.

Data del siglo XIV. Realizada en alabastro sin policromar, la Virgen sostiene sobre su brazo izquierdo al Niño Jesús, el cual aparece acariciando con ternura la cabeza de su Madre, mientras la mira con cariño. En su mano derecha la Virgen sostiene un pequeño ramo de flores, símbolo de las variadas virtudes que adornan a la Madre de Dios. Viste un elegante ropaje y se relaciona morfológicamente hablando con imágenes como la Virgen del Carmen de la Parroquia de San Lorenzo, la desaparecida Hiniesta o Santa María de la Rábida, del Monasterio franciscano de Palos de la Frontera.

Respecto a la Virgen de los Remedios, actualmente se halla en la Sacristía de la Capilla de la Antigua, si bien se encontraba en una hornacina situada bajo la campana de San Miguel en la zona Sur del cuerpo de campanas de la Giralda. Es una imagen renacentista de pequeño tamaño, adosada a una pequeña columna que se remata en una especia de nimbo con una cruz y representa a la Virgen María con el Niño recostado en sus brazos. Destaca el tratamiento del cabello de la Madre, el tocado que cubre su cabeza y la anatomía del Niño, así como la elegancia de todo el conjunto.

A cada lado de la hornacina donde se veneraba anteriormente se situaban sendos faroles que estaban siempre encendidos, como refiere Gustavo Adolfo Bécquer en su famosa leyenda “La Venta de los Gatos”: “Comenzaba a hacerse de noche. Ya en la torre de la Catedral se habían encendido los dos faroles del retablo de las campanas, y sus luces parecían los ojos de aquel gigante de argamasa y ladrillo que domina toda la ciudad”.