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Domingo XXXI tiempo Ordinario (ciclo C)

El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó e iba atravesando la ciudad.  En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico,  trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura.  Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.  Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».  Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.  Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».  Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».  Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán.  Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Lucas 19, 1‑10

Comentario bíblico por Álvaro Pereira

En el evangelio de hoy, el ser humano aparece descrito como un ser de deseos y búsquedas. Zaqueo, jefe de los despreciados recaudadores de impuestos, «busca» ver a Jesús y se sube a un árbol para superar su pequeñez. Pero lo que ocurre supera sus expectativas: el que buscaba ver a Jesús se descubre mirado por el Maestro que le anima a «bajar enseguida» porque quiere alojarse «hoy» en su casa. La invitación a darse prisa sugiere la importancia del encuentro (cf. la prisa del encuentro entre María e Isabel, Lc 1,39) y el adverbio «hoy» indica que la salvación llega a Zaqueo (cf. el «hoy» de Jesús al buen Ladrón, 23,43). Como en los relatos de la infancia, la invitación imperativa de Jesús que trae la salvación no agobia a Zaqueo, sino que lo llena de alegría. La alegría del rico Zaqueo, que entrega sus bienes a los pobres, contrasta con la tristeza del rico que no quiso vender sus bienes (18,23).

La decisión de Jesús de hospedarse en casa del publicano provoca murmuraciones, pero Zaqueo responde con su conversión. La salvación personal le conduce a la generosidad social con los pobres. Zaqueo, acogido y acogedor, produce los frutos de conversión que pedía el Bautista (3,8). En el versículo final (19,10), el lector reconoce triunfante que Jesús ha obrado de nuevo el milagro del hijo pródigo: ¡aquel que estaba perdido ha sido encontrado! (15,24.32; cf. 5,32).

Reparando en la primera lectura, el libro de la Sabiduría nos revela que el caso particular de Zaqueo es expresión de la actitud general de un Dios, «amigo de la vida», que no ejerce su poder oprimiendo, sino compadeciéndose y perdonando a todos, porque son obra suya. Pocos textos de la Escritura reflejan una visión tan profunda de las entrañas divinas.

En la segunda carta a los Tesalonicenses, el autor sale al paso frente a aquellos que afirmaban que la venida del Señor era inminente. Al fiel le corresponde la esperanza cordial y el compromiso moral con su salvación («la tarea de la fe»), no calcular el cuándo y el cómo de dicha salvación.

Orar con la Palabra

  1. Relee pausadamente la primera lectura (Sabiduría 11,22-12,2). ¿Te sientes identificado con esta imagen de Dios?
  2. Compara el uso del «hoy» en diversos textos de Lucas (nacimiento: Lc 2,11; sinagoga de Nazaret: 4,21; Zaqueo: 19,5.9; buen ladrón: 23,43). ¿Qué tiene que ver este «hoy» con la salvación?
  3. Contempla, en actitud orante, dos miradas: la mirada curiosa de Zaqueo, subido al árbol; la mirada honda y esperanzada de Jesús. ¿Cómo miras tú?

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