Domingo XXII del Tiempo Ordinario (2019)

El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.

Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Lucas 14, 1. 7‑14

Comentario bíblico de Pablo Díez

Eclo 3,17-18.20.28-29; Sal 64,4-5ac.6-7ab.10-11, Hb 12,18-19.22-24a; Lc 14,1.7-14

La enseñanza propuesta por Jesús conjuga al mismo tiempo un oráculo profético y una enseñanza sapiencial. Así, en la tradición profética, Ezequiel nos muestra con el ejemplo del faraón, que el orgullo del que se eleva se ve finalmente abatido, frustrando su deseo (Ez 31,2-14). Isaías, por su parte presenta al que, de buena gana, escoge el lugar más humilde, el siervo sufriente (Is 52,13-53,12), que recibe luego con gozo el puesto de honor. En el ámbito sapiencial, encontramos la afirmación de que la actitud interna de humildad debe informar toda la actividad humana (Prov 3,18-24) y, aún más, la relación con Dios, ya que el que la practica tiene vía franca a un alto grado de intimidad con él. De hecho, Jesús afirma que esta actitud mueve a Dios a revelar los misterios del Reino al que la asume (Mt 11,25.29).

A la base de estos planteamientos, está la oposición entre la lógica humana y la divina, donde los conceptos de exaltación y humillación son diametralmente opuestos, tal como se refleja en el cántico de Ana (1Sm 2,1-10) y el Magnificat (Lc 1,46-55). Por ello, para sintonizar con la dinámica de Dios, es necesario invertir el planteamiento humano, pues la altivez entraña autosuficiencia y no deja espacio al obrar divino en el corazón del hombre. Pero, tal como dice el texto de Proverbios, el principal obstáculo a superar es el cinismo (Prov 3,28), porque supondría reafirmarse en la actitud de envanecimiento, cerrándose completamente al remedio.

Orar con la Palabra