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Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (2019)

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.  Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.  Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?  No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.  ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?  Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.  Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Lucas 14, 25‑33

Comentario bíblico de Álvaro Pereira

Un fuerte impulso sapiencial atraviesa las lecturas de hoy. Todo creyente, maduro en la fe, está llamado a ser también sabio, experto en humanidad.

En la primera lectura, del libro de la Sabiduría, el mítico Salomón considera la gran distancia que existe entre los designios divinos y los mezquinos pensamientos humanos. Reconocerlo es ya sabiduría. Por ello, solo el que implora la sabiduría de Dios y la acoge con alegría logrará vivir rectamente.

El salmo 89 es también una honda meditación sapiencial acerca de la fugacidad de la vida («mil años en tu presencia son un ayer que pasó») que lleva al orante a suplicar un «corazón sensato». Él reconoce que solo junto al Señor «nuestra vida será alegría y júbilo».

En el evangelio, Jesús desmantela los cálculos de la sabiduría humana y propone a los que le siguen la paradójica sabiduría de la cruz. No en vano, la sabiduría divina es el anuncio del Mesías crucificado, escándalo y necedad para judíos y griegos (1 Corintios 1,18–2,5). Quien quiera ser su discípulo debe «posponer» —«odiar», en traducción más literal, que expresa no tanto rencor cuanto desprendimiento radical— todos los bienes y amores de este mundo, también los familiares, incluso el apego a la propia vida, representado por la expresión «tomar su cruz». Por ello, porque seguir a Jesús no admite componendas, él recomienda al que quiera ser su discípulo que, como el constructor de una torre o el rey que afronta una batalla, «se siente primero» a discernir si podrá responder a una invitación tan radical. Esto es sabiduría. La cruz exige conciencia y libertad.

Finalmente, leemos un fragmento de la breve y preciosa carta a Filemón, a quien san Pablo recomienda con varios argumentos que acoja de nuevo al esclavo Onésimo, quien había huido de la casa de su amo.

Orar con la Palabra

  1. ¿Crees que llevas una vida sabia? Jesús te invita a ello, escuchando y aprendiendo de sus palabras.
  2. Busca en tu biblia la pequeña carta de Filemón (no más de 25 versículos) y léela completa. ¿Qué harías en su lugar?
  3. Jesús nos llama en el evangelio de hoy a un desprendimiento radical: ¿qué me impide seguirlo con todas las consecuencias?

 


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