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Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (Liturgia del 28-3-2021)

Procesión de las palmas

EVANGELIO

Bendito el que viene en nombre del Señor

Evangelio según san Marcos 11, 1-10

Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo.  Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”».  Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta; y lo soltaron.  Algunos de los presentes les preguntaron: «¿Qué hacéis desatando el pollino?».  Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó.  Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo.  Los que iban delante y detrás, gritaban: «¡Hosanna!, bendito el que viene en nombre del Señor.  Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en las alturas!».

MISA

Primera lectura

No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

Isaías 50, 4‑7

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.

 El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.

 Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

 El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Salmo responsorial

Salmo 21, 8‑9. 17‑18a. 19‑20. 23‑24 (R.: 2a)

R. / Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

  • Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».
  • Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
  • Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
  • Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. «Los que teméis al Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.

Segunda lectura

Aprendió a obedecer y se convirtió en autor de salvación eterna

Filipenses 2, 6‑11

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia,  se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Evangelio

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 15, 1-39

Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.  Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices».  Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.

Pilato le preguntó de nuevo: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».  Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta.  La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.  Pilato les preguntó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».  Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.  Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.  Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».  Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo».  Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte: «Crucifícalo».  Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía.  Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los judíos!».

Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.  Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa.

Y lo sacan para crucificarlo.  Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.

Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era la hora tercia cuando lo crucificaron.  En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos».  Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»!  De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar.  Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También los otros crucificados lo insultaban.

Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona.  Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabactaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).  Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, llama a Elías».  Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:

«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».  Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.  El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

_____________

Comentario bíblico de Pablo Díez

La alianza con Noé tiene como prólogo el contraste entre el proyecto de Dios que lo ha creado todo “muy bueno” (Gn 1,31) y la criatura que lleva su imagen, irremediablemente inclinada al mal. La figura del tentador es clave. En Gn 3, 1-6 arrastra a la mujer fuera de su relación con el Dios creador, convirtiéndolo en una tercera persona, un él del pensamiento, y no ya el yo de la fe y de la alianza ofrecida al hombre. Se ha sembrado la desconfianza insinuando que el hombre no puede crecer más que desobedeciendo, que su vida en plenitud pasa por la negación de Dios. En Caín la tentación se presenta bajo la metáfora de una fiera agazapada. Yahvé enfatiza la posibilidad de dominarlo, pero Caín no escucha, originando una escalada de pecado que lleva a la inversión del proceso creador del diluvio para acabar con lo que se ha tornado malo.

No obstante, Dios no sigue la lógica humana, no rompe sin más con su propósito. Al contrario, un hombre, Noé, “encontró favor a sus ojos” (Gn 6,8). Esto no subraya el mérito de la persona, sino la gratuidad del don concedido. Pese a que la tendencia al mal sigue presente en la creación, Yahvé ofrece su alianza su paz, simbolizada en el arco (arma de guerra) colgado. Por ello, Noé es anuncio de promesa de justicia, imagen de Abraham y, finalmente de Israel. Oferta que alcanzará su plenitud con la llegada de Cristo, el único capaz de vencer definitivamente la tentación, permitiendo al hombre incorporarse a su victoria por el bautismo (1Pe 3,21).

Orar con la Palabra

  1. Una alianza de paz universal.
  2. Cristo vencedor en la tentación.
  3. Partícipes en la victoria de Cristo por el bautismo.

Lecturas de la semana ( Semana Santa. II semana del Salterio)

  • Lunes 29. Lunes Santo.  Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11
  • Martes 30. Martes Santo. Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33. 36-38
  • Miércoles 31.  Is 50, 4-9ª; Sal 68; Mt 26, 14-25

TRIDUO PASCUAL

  • Jueves 1. Jueves Santo. Cena del  Ex 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15
  • Viernes 2. Viernes Santo de la Pasión del Señor. Is 52, 13-53, 12; Sal 30; Hb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42
  • Sábado 3. Sábado Santo de la sepultura del Señor. En la noche empieza el Tiempo Pascual, con la Vigilia Pascual en la noche santa.

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