Día de las Personas Mayores: “Ahora soy yo quien necesita ayuda”

Día de las Personas Mayores: “Ahora soy yo quien necesita ayuda”

Eugenio y Vicente, participante y técnico, acercan la realidad que viven las personas mayores atendidas por Cáritas en Sevilla.

Eugenio tiene 83 años y vive solo en un pequeño piso en el barrio de Juan XXIII. Aunque reconoce que está muy bien de salud y lleva bien la soledad, a su edad los recuerdos de un tiempo pasado ocupan muchas de sus horas y a menudo se emociona al recordar quién fue, quién es.

Nació en el seno de una familia humilde en el conocido barrio madrileño de Vallecas. La escasez de recursos le hizo hacer las maletas, coger la guitarra que ya tocaba con suma facilidad a los nueve años y comenzar una vida de aventuras- cuenta- sumergida de pleno en el mundo del teatro.

“Decían que era muy bueno con la guitarra, eso me hizo ganarme la vida. Después fui representante de numerosos artistas y con ellos he estado de arriba para abajo durante muchos años”. Eugenio nombra a algunos de sus representados y cuenta alguna que otra anécdota, haciendo ver un enorme recorrido profesional.

Está soltero y no se arrepiente. “En Madrid vivíamos sin agua, sin luz, al lado de caballos… Mi objetivo siempre fueron mis padres. Con mi trabajo pude darles una casa con todas las comodidades. Como sabía que a mi madre no le gustaba la vida de nómada que llevaba, un día le prometí que lo dejaría”. Y así fue. A los 60 años le dijo a su madre que dejaba el mundo del espectáculo, rompió el álbum de fotos que tantos recuerdos contenía y guardó la guitarra en un altillo. Se trajo a sus padres y los cuidó hasta que fallecieron en su casa. Primero, su padre. Después, su madre.

Eugenio accede a la ayuda de la institución gracias a una vecina que se da cuenta de su situación y habla con su Cáritas parroquial para ver de qué forma pueden ayudarle. “No quiero ni pensar cómo estaría sin mis vecinos. Alejandro – dice señalando al vecino de al lado- es como mi familia. Ha tenido que venir a levantarme en más de un tropiezo, alguna vez a altas horas de la mañana. He visto nacer a su hijo, que vino al mundo el mismo día que murió mi padre. Es un vínculo muy fuerte”.

Vicente Prieto, coordinador de los proyectos de Atención al Mayor de Cáritas Diocesana de Sevilla, nos comenta que “no ha cotizado nunca porque en aquella época no se estaba pendiente de esas cosas”. Lo poco que recibe procede de una pensión por orfandad y “menos mal que no acumula deudas y tiene pocas cargas económicas, porque no le da para mucho más”, aclara Vicente.

Afortunadamente, Eugenio está cuidado por sus vecinos y, sobre todo, por los voluntarios de su Cáritas parroquial que, junto a la Pastoral de la Salud, realizan un constante e incansable trabajo por estar atentos a las necesidades de los mayores más vulnerables de su comunidad.

Mientras Eugenio mira a Vicente con gratitud, nos confiesa que está muy agradecido y le hace mucha ilusión saber que les tiene cerca porque así sabe que no está solo. Cáritas le facilita una empleada del hogar que va dos veces por semana a limpiar la casa, cocinar o hacer la compra, los voluntarios le llaman para saber cómo está y todos los días le acercan la comida de un catering social.

Cuando se le pregunta qué le gustaría hacer, sin duda contesta que siempre le ha gustado ayudar a los demás y que ahora se ve muy limitado. “Ya no puedo hacerlo como antes, ahora soy yo quien necesita ayuda”.

A menudo le animan para que vuelva a tocar y se entretenga con la guitarra que tan buenos recuerdos le trae, pero hizo una promesa a su madre y “esa –su guitarra- ya no va a bajar del altillo”.

Hoy es el día de las personas mayores. Detrás de muchas puertas se encuentran personas como Eugenio. Mayores con grandes vivencias, experiencias, sensibles… que están solas y a menudo sin una red de apoyo que pueda compensar esa soledad. Una situación que se agrava si, además, carecen de recursos suficientes para desenvolverse en su día a día con solvencia, con dignidad.

La pandemia ha puesto de relieve grandes carencias que ya se venían demandando hace tiempo, como una respuesta eficaz en la gestión de ayudas que, en muchas ocasiones, nunca llegan, como la aplicación de la ley de la Dependencia; o la profesionalización de las personas que están al cuidado de este colectivo; o la falta de atención que tenemos al no darnos cuenta de que, quizá, nuestro vecino o vecina necesita nuestra ayuda, nuestra compañía o una simple disponibilidad que le ofrezca esa sensación de seguridad que tanto necesitan. Son personas vulnerables, pero son nuestros mayores. Ellos son quienes nos han enseñado y abierto muchos de los caminos que transitamos. Merecen estar en el lugar de la sociedad que les corresponde. Merecen que nosotros mismos les demos ese lugar. Nuestros mayores cuentan.

 


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