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Corpus Christi (B)

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre.

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».  Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”.  Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí».  Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo».  Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron.  Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos.  En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.

Mc  14, 12-16. 22-26

Comentario de Antonio J. Guerra

Ex 24,3-8; Sal 115; Hb 9,11-15; Mc 14,12-16.22-26

Ya desde el Antiguo Testamento se constata que Dios se propone establecer una alianza. La alianza se construye sobre la base de un compromiso recíproco: Dios que protege y el pueblo que cumple lo que Dios le manda. Ahora bien, para establecer una alianza no basta la ley, sino que hace falta un rito de fundación que usa la aspersión de la sangre de un animal sacrificado. La sangre representa la vida para la Biblia. En consecuencia, en el Sinaí, se establece una unión vital entre Dios y su pueblo. Para mantener esta unión vital es preciso mantenerse fieles al compromiso adquirido para con Dios cumpliendo sus mandamientos. La infidelidad del pueblo muestra cómo la Ley, fruto de la Alianza de Dios con su pueblo, no logra alcanzar la unión perfecta con Dios ni preservar a éste del pecado. ¿Por qué esta ineficacia? El Nuevo Testamento nos explica que esa primera alianza no llegó al corazón del hombre, pues la sangre de los animales no logró la unión eficaz entre Dios y su pueblo. De todos modos, la alianza mosáica, como rito simbólico, prefigura el establecimiento de la verdadera alianza que sí logrará la verdadera comunión entre Dios y los hombres.

El Evangelio nos muestra cómo Jesús logró esta comunión de modo detallado en la narración de la Última Cena. Jesús ofrece su pasión y muerte y los pone al servicio del establecimiento de la nueva alianza. Jesús, por medio de su sangre, signo de la ofrenda de su vida, entra en la comunión perfecta con Dios. Es sacerdote y víctima a la vez y convierte el sacrificio en plenamente eficaz consiguiendo para siempre la purificación de los pecados y la santificación necesaria para servir al Dios vivo. Jesús consigue una alianza interior, que parte de su propio corazón para llegar al corazón del hombre.

Para profundizar:

  1. “Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto”
  2. El amor de Dios lo transforma todo: “envía, Señor, tu Espíritu, para que este pan y este vino se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo”.
  3. Comunión: la entrega de Jesús nos logra la unión con Dios, la unión entre nosotros, y la unión con Él.

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