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V Domingo de Pascua

vid_sarmientosEn aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos”.  

Comentario de Antonio J. Guerra

(Hch 9,26-31; Sal 21; 1Jn 3,18-24; Jn 15,1-8)

El Señor me hará vivir para Él, mi descendencia le servirá”. El Salmo 21 recitado por Cristo en la Cruz (“Dios mío, Dios mío…”), se convierte en su última parte que hoy leemos en un canto de victoria: Dios vence al mal con la resurrección de Jesucristo. La primera lectura se hace eco de esta victoria, ya que nos relata la conversión de Pablo. La fuerza del Resucitado no tiene límites y derriba al Perseguidor para convertirlo en su mejor embajador, para siempre ya misionero perseguido. Dios elige bien a instrumentos válidos que propaguen su VIDA en medio del pueblo.

Para poder participar de la VIDA de Dios basta sólo que tengamos fe en su Hijo y que nos amemos entre nosotros (2ª lectura). Para ilustrar bien cómo conseguir esa transferencia, el evangelio usa la metáfora de la Viña. En el AT, la Viña representa la difícil relación entre la fidelidad de Dios y la infidelidad de su pueblo, que no da los frutos esperados. De esta manera, Jesús asume en el evangelio la condición del nuevo pueblo de Dios. Los sarmientos representan a la humanidad que quiere beneficiarse de la VIDA de Dios, siendo el Bautismo el injerto que provoca dicha unión. ¿Cómo hacer para que el sarmiento crezca unido a la Viña y se enriquezca de su savia, para así dar frutos? La respuesta la tiene el verbo “permanecer” usado aquí por San Juan y que tiene que ver con el acoger la Palabra y los mandamientos de Jesús. Sólo así estaremos capacitados para producir frutos, ya que “sin Él no podemos hacer nada”. De la unión con Jesús nacerá el fruto esperado: el amor a los demás.


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