Semana de la Pastoral Penitenciaria

Semana de la Pastoral Penitenciaria

La Pastoral Penitenciaria diocesana se suma un año más a la celebración nacional de la Virgen de la Merced, patrona de las Instituciones Penitenciarias y los privados de libertad. Con motivo de esta fiesta, esta Delegación diocesana ha organizado una campaña de mentalización y sensibilización “en cuantos foros de la Iglesia diocesana sean precisos”, apunta su delegado, el sacerdote trinitario Pedro Fernández Alejo. Una campaña que se extenderá durante todo el curso.

Además, la Festividad litúrgica de La Merced se concretará el viernes 22 de septiembre, con una Eucaristía en la Basílica de la Macarena, presidida por el Obispo auxiliar, monseñor Santiago Gómez. Un día más tarde, los capellanes y voluntarios celebrarán la Eucaristía de La Merced en los Centros Penitenciarios de Sevilla.

Semana de la Pastoral Penitenciaria

CartelSemanaPastoralPenitenciaria_2017-1Bajo el lema ‘La misericordia en mí’ se desarrollará la Semana de la Pastoral Penitenciaria del 17 al 24 de septiembre por toda la geografía española, con el objetivo de difundir la ‘Pastoral de la Misericordia’, una serie de programas y conclusiones nacidas del IX Congreso de Pastoral Penitenciaria que tuvo lugar hace un año.

Entre las iniciativas surgidas de este congreso, la Pastoral Penitenciaria ofrece material de reflexión y oración para los voluntarios en esta pastoral, los presos, las parroquias, u otros grupos y movimientos cristianos. “Se trata, pues, de sensibilizar y formar, de orar y compartir con los miembros de la Iglesia y de la sociedad respecto a la labor evangelizadora y misericordiosa que realizamos con los privados de libertad en todos sus momentos y procesos de prevención, prisión y reinserción”, explican en la presentación de estos materiales.

Los materiales –disponibles más abajo- se dividen en tres partes: ‘La misericordia en mí. Claves para vivirla’, ‘Claves para actuar desde la Misericordia’ y ‘Pistas para transmitir la Misericordia’. Además, incluye varias guías litúrgicas con lecturas, oraciones y cantos destinados a celebraciones con voluntarios de la Pastoral Penitenciaria y privados de libertad.

A continuación, reproducimos una reflexión del Delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria sobre la fiesta de La Merced, Pedro Fernández Alejo: 

LA VIRGEN DE LA MERCED, MIRADA MISERICORDIOSA DEL PADRE

El ya clausurado Año de la Misericordia promulgado el año pasado por el Papa Francisco ha dejado, o no, secuelas en el corazón de los cristianos y en las entrañas de la Iglesia. Para la Pastoral Penitenciaria, o pastoral de la Misericordia, sigue latente el espíritu promovido por el Papa en la Bula “Misericordiae vultus”. Del mismo modo que Jesús actuó siempre “movido a misericordia”, así también nos sentimos obligados a experimentar la “mística de la misericordia” que nace en el corazón del Padre “rico en misericordia”, y que nos impulsa a sentir en toda su riqueza y profundidad “la misericordia en mí”.

Este es el lema que este año nos hemos propuesto, desde la Pastoral Penitenciaria a nivel nacional para dar continuidad a esta “mística de la misericordia” que nos hace sentir en comunión total con Cristo, con el Padre Dios y con el hermano necesitado de misericordia, perdón y liberación.

Es transcendental el que nosotros “seamos misericordia” para con los presos y cautivos. Lo que nos lleva a adentrarnos en el corazón de Cristo para poder sentir y vivir como Él la misericordia que hemos de ofrecer y compartir con los privados de libertad. No es lo importante en nuestra pastoral “hacer obras de misericordia” con ellos y para ellos; lo realmente valioso es “ser misericordia” para todo el que sufre la ausencia de libertad, de derechos, de dignidad.

Nos dice el Papa Francisco que “Jesús es el rostro de la misericordia del Padre” (Cf MV,1). Jesús es la “mirada” profunda con la que el Padre nos mira a todos con amor. Jesús “se miraba en el Padre” y traslucía en su rostro lo que veía, oía y experimentaba del corazón del Padre. Y Jesús miraba a todos con esa misma ternura y les inyectaba la bondad compasiva del Dios Trinidad; con esos ojos miraba compadecido a los enfermos, a los tristes, a los pobres y desvalidos, a los poseídos y cautivos de mil esclavitudes, a las víctimas de injusticias e intolerancias sociales y religiosas, y a todos les devolvía la salud, la esperanza, la fe y la libertad.

Del mismo modo sintió la Virgen María esa “mirada de ternura del Padre Dios”, cuando ella experimentó que esa mirada se encarnó en la humilde sierva del Señor y la cubrió y abrazó con su misericordia.

El próximo día 24 celebramos la fiesta en honor a Ntra. Sra. de la Merced, patrona de los privados de libertad. La mirada maternal de María se dirige hacia todos los que viven situaciones de esclavitud, víctimas de errores personales y de fallos del sistema judicial, penal y social. A cada persona presa María le hace llegar la ternura del corazón misericordioso del Padre y de su Hijo Jesús.

Esa misma mirada, empapada en misericordia, nos llega a todos los cristianos y nos hace sentir que también nosotros somos “la mirada y el rostro” de Jesús y del Padre Dios para cada persona excluida, marginada, sin derechos ni dignidad, para cada preso o presa de nuestras cárceles. Cada mirada de Jesús era signo de perdón, de liberación, de sanación, de alegría, de ternura.

Esta actitud de Jesús define claramente una parte esencial de nuestra misión con los presos y presas. Aunque ellos y ellas hayan sido condenados por la justicia humana, la justicia que proviene de la misericordia les reviste de dignidad y les ayuda a “mirar” más allá superando las fronteras de barrotes y muros, personales y penales, para vivir de otra manera llenos de esperanza y libertad.

La Virgen María, Madre de la misericordia, Madre que es merced y don, que es regalo y obsequio de libertad, nos impulsa a cada cristiano y a la Iglesia, a que centremos nuestra mirada de ternura y compasión en cada persona que sufre la cárcel y en sus familias. Ellos y ellas son nuestros hermanos, son parte de la Iglesia de Jesús. Son el rostro encarcelado y dolorido del Hijo amantísimo de la Madre, quien también pasó por el trago amargo de la detención, la tortura, el juicio injusto y la condena cruel del inocente.

También María, la Madre que ampara y protege a quienes, desde la Institución Penitenciaria o las instancias policiales y judiciales, tienen la delicada tarea de mirar con ojos de misericordia y compasión humana a cuantas personas, en situaciones de error, debilidad o delito, deben someterse a sus atenciones y dictámenes desde la justicia humana. La Virgen María nos enseña a todos, creyentes o no, que Dios pone a cada uno en su sitio, que su misericordia llega a todos los hombres, “que dispersa a los soberbios de corazón, derribando del trono a los poderosos y enalteciendo a los humildes”.

Del corazón de un preso surge esta sentida oración: “Madre Santísima de la MERCED, ruega por nosotros sedientos de libertad, rompe las cadenas que nos esclavizan y anulan como personas. Vela y protege a nuestras familias. Extiende tu manto maternal sobre esta prisión, para que, entre todos, consigamos humanizar y dignificar nuestras vidas. Intercede ante tu Hijo, nuestro Libertador, para que nos veamos libres de todo mal y no volvamos a caer en los mismos errores del pasado”. Amén.


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