Escuchar, mirar y renunciar

“No tengo tiempo”, “Voy a mil”,… es curioso pero estas expresiones las repetimos  en muchísimas ocasiones. No sé qué está pasando, pero el tiempo se está apoderando de nosotros. Soy de los que piensan que el día necesitaría una hora más y, seguro, ya estaría ocupada. No hay tiempo para nada, ¡hay tantas cosas que hacer! Además, y parezco un anciano hablando, el tiempo pasa demasiado rápido, ayer era Navidad  y dentro de nada semana santa, y cuando nos demos cuenta ya estamos de nuevo en verano… ¿no tenéis la sensación  que no saboreamos el presente?…. Recuerdo a mi abuelo Paulino, que  pasaba horas y horas sentado en su chimenea fumando y entreteniéndose con el bailar de las llamas, o a mi abuelo Manolo que con su radio amiga escuchaba una y otra vez las noticias…, hoy incluso los abuelos sufren estrés y no tienen tiempo para nada.

Mi amiga Grani me dice con mucha frecuencia “vive el presente, saborea el momento”, …pero yo al menos, y creo que muchos, nos dejamos invadir por las prisas. Confieso que, en muchas ocasiones, me sorprendo hablando con la gente y mirando disimuladamente el reloj y pensando en lo que más tarde tengo que hacer… ¿por qué digo todo esto? Creo que en este  Año de la misericordia sería oportuno detener el paso, perder el tiempo con los demás, saber relativizar nuestras actividades, discernir qué cosas urgen y cuáles pueden esperar. Hablaba “el sabio” Benedicto XVI que es necesario aprender el arte de vivir, ¡cuánta razón tenía! Pienso, y es sólo una opinión, que una manera de poner en práctica las obras de misericordia, que Francisco nos ha pedido desempolvar en este Año Santo, es pararnos un poco, detener el paso, mirar con nuevos ojos, no ser esclavos del tiempo.

Me gustó mucho algo que el Papa escribía sobre la evangelización en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “…Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino… “ EG 46. Tomando las ideas de Francisco, creo este año deberíamos proponernos mirar a los ojos, escuchar más que oír y renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. Si ESCUCHAMOS, MIRAMOS Y RENUNCIAMOS,  estaremos haciendo algo grande en este año. A veces el que más nos necesita está a nuestro lado y no nos damos cuenta porque no miramos a los ojos, no supimos escuchar y no renunciamos a nuestras urgencias. Dios está a nuestro lado y, a veces, no sabemos mirarle o escucharle. Os invito a que penséis el siguiente cuento, que yo pienso que más que un cuento pude ocurrir de verdad:

Cuentan la historia de un monje al que le dijeron que tenía que subir a una alta montaña antes de que anocheciera, porque allí le esperaba Dios y él le vería. Cuando subía fatigosamente se encontró con un pobre enfermo, que le solicitó su ayuda, puesto que él estaba desvalido. El monje le dijo:“Lo siento mucho, pero allí arriba me espera Dios antes de que se ponga el sol, he de dejarte porque he de encontrarme con Dios”. También se encontró con una mujer harapienta necesitada de ayuda y con un niño perdido sin saber que rumbo tomar, a ambos les dijo lo mismo: “ tengo mucha prisa, Dios me está esperando”. Subió y subió, y al llegar a la cumbre aún lucía el sol. Buscó y buscó, pero Dios no estaba allí. Hay quienes dicen que Dios se había ido a atender al enfermo que el monje había dejado en el camino, a dar ropa a la mujer y mostrar el camino al niño perdido. Otros dicen que Dios era el enfermo, la mujer, o el mismo niño.

Un abrazo. No tengáis miedo. Siempre unidos.

Adrián Sanabria.

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