Archidiócesis de Sevilla

Este enorme cuadro de Juan de Sevilla (1643-1695) es de una enorme originalidad, no sólo por el modo de tratar el tema, sino por toda la composición. En lugar de tener la Virgen a Cristo muerto en sus brazos, es el Padre Eterno quien lo sostiene, mientras que la Madre lo mira transida de dolor y con las manos abiertas en un gesto de súplica.

Juan de Sevilla fue un pintor granadino, en donde realizó gran parte de su obra. Junto con Pedro Atanasio Bocanegra, son los dos grandes pintores de Granada en el siglo XVII. En sus cuadros se advierte un conocimiento profundo de Alonso Cano y de la pintura flamenca.

Esta obra de Juan de Sevilla en la Catedral hispalense (en el vestuario de los canónigos) es una composición de gran envergadura (267 x 332 cm), firmada por el artista con S.V.A., como aparece en otras pinturas suyas.

El Padre Eterno presenta a Cristo muerto, en un gesto de entrega total a todo el mundo (Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó: Rom 8, 32), mientras que la Virgen clava sus ojos en el Hijo, con las manos extendidas en un deseo de tomarlo en ellas. La expresión del rostro de la Virgen está llena de súplica ardiente y dolorosa. Detrás de ella están San Juan y las Marías, todos con rostros conmovidos. En la parte superior izquierda unos ángeles portan la cruz, y alrededor del cuerpo del Señor otros recogen la sábana en que va a ser envuelto el cuerpo de Cristo.

La riqueza cromática de la composición llama la atención, mientras que la luz central emana del cuerpo de Cristo en los tonos más claros de todo el cuadro. En conjunto, es una obra bellísima por la originalidad de la composición  y por la distribución de las tonalidades llenas de armonía por todo el cuadro.

Fernando Gª Gutiérrez, S.J.

Delegado de Patrimonio Cultural