`Es muy importante fortalecer el tejido comunitario de la Iglesia`

`Es muy importante fortalecer el tejido comunitario de la Iglesia`

Don Santiago ¿Qué recuerdo guarda de aquel día en que entró en la Catedral para ser ordenado obispo auxiliar?

Fue un día muy intenso de vivencias espirituales y religiosas, pero me quedo con la sensación de pequeñez, de estar absolutamente sobrepasado. Yo no había asistido a ninguna celebración así en la Catedral, sólo cuando entró don Juan José como arzobispo coadjutor, y la sensación fue de sentirme muy pequeño –pequeño soy…-, pero estaba muy sobrepasado por la gracia de Dios y por sentirme escogido y llamado a ser sucesor de los apóstoles.

 

Aquel día le acompañó alguien que estuvo con usted hasta hace poco, su madre. A lo largo de su vida le habrá dado muchos consejos, ¿cuál no olvidará nunca?

Efectivamente, ahora se me hacen muy vivos los recuerdos de mi madre. Yo creo que aquel día fue de los más felices en su vida. Yo no le había visto una cara tan radiante a mi madre como aquel día. Una madre nos enseña muchísimo siempre, pero estos días he recordado que me aconsejaba no creerme nada. Mi madre era una persona siempre humilde en su forma de ser, y eso nos lo ha metido a mí y a mis hermanos muy dentro. En cuanto veía algún gesto de vanidad enseguida lo advertía. Me repetía que era sacerdote y que el sacerdote no es nadie importante, es servidor. Eso se lo tengo que agradecer mucho. Y luego, no tanto como consejo sino verlo en su vida, me quedo con el testimonio de trabajo y honradez, y ser capaz de sacrificarse por su propia familia, por los suyos. El valor más importante era su familia, más allá de otras cosas.

 

¿Cómo es el día a día, la agenda del obispo auxiliar de Sevilla?

A mí me gusta el horario de los monjes. Me levanto temprano para hacer oración, la liturgia de las horas, y luego acudo a los encuentros que tengo con el arzobispo, con el consejo episcopal u otros consejos más reducidos. Tengo también audiencias, pero fundamentalmente atiendo la visita pastoral, así como algunas cuestiones puntuales en una parroquia, realidad eclesial, hermandad, etc. Se trata, más que nada, de una agenda que te hacen.

 

¿Cómo es la Archidiócesis de Sevilla que conoce don Santiago?

Pues mira, siempre he pensado cuando era párroco, y ahora lo digo como obispo, que es muy importante captar esa especie de personalidad colectiva, de una parroquia antes y ahora de una diócesis. Siempre he dicho que es difícil formularlo teóricamente, es olfato lo que tiene uno que tener. A la Archidiócesis de Sevilla la veo como una iglesia muy viva, muy alegre en el fondo. Una iglesia orgullosa de su historia, en el buen sentido de la palabra, de su quehacer de su realidad. Y yo, sobre todo, le tengo que estar muy agradecido porque desde el minuto uno me he sentido muy acogido por el clero, por la gente.

 

Tenemos cosas positivas, pero habrá algo que mejorar…

Creo que la formación es algo que a todos los niveles debemos promocionar, desde la catequesis en la infancia hasta la formación de los laicos cristianos. Para mí es muy importante fortalecer el tejido comunitario de la iglesia. La formación, si no es en un contexto comunitario se queda muy teórica, y realmente es difícil que afecte a la transformación de la propia vida. No es lo mismo participar en un grupo que comparte la vida que asistir a una conferencia. Son cosas distintas. Y luego, la misión. En Sevilla tenemos que darnos cuenta de la gente que se aleja de la vida de la Iglesia y de cuál es nuestro contexto misionero.

 

Son muchos los pueblos y parroquias que ha visitado estos cuatro años ¿Con qué recuerdos se queda?

La visita pastoral me está ayudando mucho y lo más bonito es cuando llegas a una parroquia y ves el núcleo de comunidad que hay en cada una de ellas. Son los catequistas, miembros de Cáritas, agentes de pastoral de la salud… Gente que vive su parroquia con mucha alegría, entrega y generosidad.

 

El Papa Francisco nos anima a ‘salir a la calle’ ¿Cómo se traduce esa invitación del Papa a la realidad de Sevilla? ¿Dónde está esa ‘calle’, dónde tenemos que estar?

Estar en la calle de Sevilla no es ninguna novedad… (ríe) Yo creo que hay que entender la parroquia como una comunidad. Antes se tocaba la campana y la gente acudía. Ahora se toca yo creo que un poco de forma simbólica, pero acuden prácticamente los mismos que si no se tocara. Esa comunidad cristiana que se reúne en la parroquia debe entender la feligresía como el campo de misión que se le asigna. Hay muchas realidades que son auténticamente misioneras, me refiero por ejemplo a la pastoral de la salud, que es muy misionera, entrando en las casas, estando con los enfermos, etc.

 

¿En esa realidad que usted ha conocido por las visitas pastorales, ha notado un resurgir espiritual?

Me encuentro con grupos muy entusiastas y alegres, trabajando su vida religiosa en las parroquias. Pero, en general, decir que en los últimos años ha habido un resurgir espiritual… Yo creo que con la cultura dominante no se puede decir que hayamos conseguido un ambiente más religioso de lo que era hace unos años. Más bien nos falta un poco de confianza en nosotros mismos, para ver que podemos tener una alternativa a la cultura secularizada, que pasa de lo de Dios, que asume lo religioso solo como tradición folclórica. Creo que hay que creer lo que el Papa Francisco dice, que el encuentro con Jesús cambia la vida. Y la cambia realmente.

 

Hablemos del Directorio de Iniciación Cristiana ¿Responde a una demanda, a una necesidad concreta?

El Directorio lo promulgó el arzobispo en septiembre y tenemos este año para ver cómo se va implantando. Responde a una inquietud misionera, es un instrumento para hacer la Iglesia más misionera, como el Papa quiere. Partimos de una cuestión, ¿cómo se inicia un cristiano? Normalmente la iniciación ha venido por la familia, la escuela y la parroquia. ¿Hoy qué nos vamos encontrando? Hay familias cristianas, gracias a Dios, pero muchas familias no inician a sus hijos religiosamente, y eso se ve cuando llegan a la catequesis. Hay colegios que cuidan esa dimensión pero hay otros que no lo hacen, y en los centros públicos la presencia de la Religión está más amenazada de lo que ya estaba. Entonces, la parroquia, la comunidad cristiana, se tiene que implicar  mucho más. Por eso, se va a establecer un proceso desde los siete a los catorce años de iniciación cristiana, de conversión.

 

¿Podemos decir que se abre un camino a una vida cristiana más adulta?

Pues sí. Es lo que se pretende. Pero para una vida cristiana adulta tiene que haber un momento de conversión, es la llamada que hace el Señor. Si no lo hay, el cristianismo es muy débil.

 

Estamos en cuaresma, un consejo: ¿Cómo podemos vivir una semana verdaderamente santa?

En Semana Santa se multiplican los actos de piedad, vía crucis, quinarios, triduos, misas… Creo que hay que intensificar esa parte celebrativa de la vida cristiana, no dejando que se quede en lo puramente externo, viviéndolo con profundidad religiosa. Y de la mano de las hermandades, viviendo esas devociones con hondura. Naturalmente, siempre la cuaresma es una llamada a la caridad. No puede haber una conversión si no es mirando al hermano. El Papa nos ha dicho que rompamos esa globalización de la indiferencia, romper eso y darnos cuenta de que al Señor le interesamos. Descubrir ese interés del Señor por nosotros nos tiene que llevar a interesarnos por los que tenemos al lado.

 

Terminamos con curiosidad ¿A qué santo le tiene especial devoción?

Bueno, yo tengo especial devoción a todos los santos.

 

¿Entonces no se encomienda a alguno?

(Piensa) Por las noches, cuando rezo completas, leo el martirologio romano, con la relación de santos que celebra la Iglesia. Me gusta, es una referencia breve a cada santo en pocas líneas. Por otro lado, a mí me han marcado los ejercicios ignacianos, san Ignacio tiene ese peso real en mi formación espiritual. Y otro santo que me impactó mucho y que me ayuda es san Francisco de Sales. Luego, mi devoción menos racional, más espontanea, es el Ángel de la Guarda. Mi madre me lo inculcó desde niño, y el cuadro que hay en la cabecera de mi cama es el del Ángel de la Guarda.

 

 


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