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El amor en el matrimonio

Amor matrimonioEste es el título del capítulo cuatro de la exhortación apostólica Amoris laetitia, que como prometí le dedicaré algún post a resumirla. Si hago hoy este capítulo, no significa que desprecie los tres anteriores, sino que considero que, como muchos de los lectores serán personas casadas, es mejor empezar por aquello que es común a la mayoría.

El capítulo es de gran belleza y yo diría que se debería leer con frecuencia entre los esposos porque ayuda a vivir el amor entre ellos y con los hijos.

Tomando como base el himno de la caridad de san Pablo (1 Co 13,4-7), el Papa va desgranando todas las expresiones de este texto:

Paciencia: se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos. El problema surge cuando exigimos demasiado de las relaciones, pedimos que las personas sean perfectas o pretendemos que se haga siempre la propia voluntad. Por ello la Palabra de Dios nos exhorta a desterrar la amargura, la ira, los enfados, los insultos y toda maldad (Ef 4,31).

Actitud de servicio: el amor además de paciente es servicial. El amor no es solo un sentimiento sino que nos debe llevar también a hacer el bien, “se debe poner más en las obras que en las palabras”, según decía San Ignacio. Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y grandeza de donarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir.

Sanando la envidia: el  verdadero amor valora los logros ajenos y acepta que cada uno tiene dones diferentes, dejando que los demás encuentren el suyo.

Sin hacerse alarde ni agrandarse: en la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor.

Amabilidad: el amor amable crea vínculos, cultiva lazos,…construye una trama social firme. Esto no es posible cuando se destacan los defectos y errores ajenos.

Desprendimiento: el amor no busca su propio interés, va más allá de la justicia y se desborda gratis, “sin esperar nada a cambio” (Lc 6,35).

Sin violencia interior: se trata de una violencia interna, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos a los que hay que evitar. Esto no sirve para nada, solo nos enferma y nos aísla. Nunca terminar el día sin hacer las paces con la familia.

Perdón: se fundamenta en una actitud positiva que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona: “Padre perdónalo porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, aunque no sea fácil. Fuimos previamente alcanzados por el amor de Dios que siempre da una nueva oportunidad, promueve y estimula. Si sentimos este amor de Dios, podremos perdonar a los demás, aún cuando hayan sido injustos con nosotros.

Alegrarse con los demás: si no alimentamos  nuestra capacidad de gozar con el bien de otro y nos concentramos solo en nuestras necesidades, nos condenamos a vivir con poca alegría. La familia debe ser siempre el lugar donde alguien que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él.

Disculpa todo: los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intenta mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. No es solo un gesto externo, sino que brota de una actitud interna. El amor disculpa todo, cree todo, espera todo, soporta todo. Un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de la relación.

Confía: esto hace posible una relación de libertad. No es necesario controlar al otro para evitar que escape a nuestros brazos. El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, dominar. Hace posible la sinceridad y la transparencia.

Espera: siempre espera que sea posible una maduración, que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día. También implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona.

Soporta todo: hace falta cultivar esa fuerza del amor, que permita luchar contra el mal que amenaza la vida familiar. El amor no se deja dominar por el rencor, el desprecio hacia las personas, el deseo de lastimar o de cobrarse algo.

Este es el resumen de los números 89 a 119. Desde mi punto de vista, es un manual de buenas prácticas en la vida de los matrimonios que pretenden vivir con coherencia su fe y su vida familiar.


1 comentario

  1. Onubense 23:13, May 06, 2016

    Sin haber leído el texto que se resume aquí, deduzco que debe ser muy bello. Además, es aplicable a cualquier matrimonio, sin importar decisivamente su práctica religiosa, lo que lo lleva a ser aplicable a todo el mundo.

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