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Domingo III de Adviento

 

Texto del Evangelio (Lc 3,10-18): En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada».
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

 

                                                                                              Comentario  de Antonio Guerra

 

La Iglesia nos invita en este tercer domingo de Adviento a la alegría (domingo de Gaudete) porque estamos preparando la venida del Salvador, y preparar la venida de una persona amada constituye siempre un motivo de alegría. Así, las dos primeras lecturas de hoy nos invitan a estar alegres. El evangelio, sin embargo, alude a la conversión y a la expectativa de la venida del Salvador anunciado por el Bautista.

 
En el texto de Sofonías se mezclan varios temas, todos repetidos al menos dos veces, porque la repetición convierte en urgente la exhortación a fiarse de esta palabra de esperanza. El aspecto más interesante de tal sentimiento, es que no se trata sólo de la alegría del hombre, sino también la de Dios (v.17 “El se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo”). El motivo de la alegría es la Venida de Dios (Adviento) que cancela la condena y que habita en medio de la ciudad como salvador de la que se hace eco el salmo: “Gritad jubilosos: ‘Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel’”.
 
La carta a los Filipenses ahonda que la alegría del cristiano se funda en el hecho de que el Señor Jesús está cerca, que él es la garantía de espera para el futuro. Pablo habla desde la cárcel y lo hace desde la comunión con Jesús y desde el abandonarse en Dios, porque sabe que “El Señor vela sobre el camino de los justos (1Sam 2,9); de aquí deriva el sentimiento de la paz que sobrepasa todo.
 
El evangelio dirige la atención al comportamiento que verdaderamente agrada a Dios. Juan el Bautista responde a tres tipos de personajes a la pregunta “¿qué hacemos nosotros?”: Dios no exige nada extraordinario, sino sólo la solidaridad y la justicia hacia el prójimo. Esto que parece fácil no lo es tanto, por eso, el Bautista advierte que está viniendo alguien poderoso, el que nos salvará de nuestros egoísmos, el que de verdad cambiará nuestra vida quemando el pecado y regalándonos el Espíritu Santo. Por esta razón, “estemos alegres en el Señor.
 

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