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Domingo II del Tiempo Ordinario

(Evangelio según San Juan 2,1-11)

 

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
Jesús también fue invitado con sus discípulos.


Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".


Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".


Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.


Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.


"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".


Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.


 Comentario: Pablo Díez


 La expresión “manifestó su gloria” con la que termina el relato del signo de Caná (Jn 2,11), encuentra un preludio interesante en el texto de Isaías (Is 62,1-5). Se trata de un poema en el que se superponen y se funden la imagen solar y la imagen del rey victorioso el día de su boda. Tenemos ante nosotros el conocido tema de la relación esponsal del pueblo con el Señor. En concreto, se alude al momento inaugural de la relación, al día de la boda. El Señor es caracterizado como el sol, cuya salida el pueblo espera impaciente (Sal 130s), la anuncia e invoca (Sal 57,9; 108,3). La metáfora se completa cuando la aurora ilumina la ciudad santa, que con sus murallas y almenas parece una corona refulgente sobre el monte, visible desde lejos y magnífica.


 Es el amanecer del día de la boda. El rey ha ido a defender los derechos, la justica de su pueblo y vuelve victorioso y salvador, tomando la ciudad santa por corona, al modo en que la mujer es corona del marido (Prov 12,4). Da un nombre nuevo a la esposa, por el cual todos la conocerán, y terminados los festejos nupciales, comienza el gozo nuevo del marido con su esposa. Si la boda se usa en el AT como signo para aludir a los tiempos mesiánicos, en Juan aparece como símbolo de la plenitud mesiánica. El gran gozo que produce la aurora del Mesías es expresado en el evangelio de Juan con una de las imágenes más frecuentes en el AT para expresar la alegría de los últimos tiempos: la abundancia de vino.


La función de María completa la metáfora esponsal, es la nueva Eva, el símbolo de la Iglesia, impetrando la acción benéfica de Jesús. A María le está reservado un papel cuando llegue la hora de la glorificación de Jesús (pasión, muerte, resurrección y ascensión). Entonces, al pie de la cruz le será confiada la descendencia a la que habrá de proteger en la continua lucha entre Satán y los seguidores del Mesías. De igual modo, la Iglesia no recibe su misión durante el ministerio de Jesús, sino después de la hora de su resurrección y ascensión. Una misión para la que capacita el Espíritu, que se expresa en la pluralidad de carismas (1Cor 12,4-11).


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